martes, 12 de julio de 2011

San Biritute, regresará a su hogar


(Recopilación de informaciones)
Cuando Carlos Zevallos Menéndez lo descubrió, al mirar al tótem fálico, exclamó en un latín popular "Santa virtute", lo malo que la gente escucho San Biritute. El arquitecto Franklin Cárdenas cita a Olaf Holm quien dijo que “Biritute” es la corrupción fonética de Virtutis relativo a la virtud masculina del monolito fálico de Sacachún.
El San Biritute original es de piedra y mide 2,36 metros. La réplica es de cemento y apenas sobrepasa el metro de altura

Monolito original de San Biritute. Foto de EL TELEGRAFO


Monolto original. Detalle


La comunidad Sacachún en la llanura de la cordillera Chongón y Colonche tenía la figura en el centro del pueblo, según Francisco Huerta Rendón (1955) San Biritute “tenía el don de “hacer llover”, entre otros muchos, cuando se lo pedían con verdadera devoción, y si a pesar de las súplicas, permanecía impasible, “se hacía el sordo”, sus devotos recurrían a medidas de fuerzas insospechables. Se designaba una especie de verdugo-sacerdote, y este, armado de un tremendo látigo de cuero, vapuleaba al Dios, con tal violencia, que hacia brotar chispas de su cuerpo calizo, mientras las mujeres, contemplando la escena, gritaban en coro: -No le peguen a San Biritute! No le peguen”, cual un grupo de plañideras escapadas de un friso romano. El último ejecutor fue Eugurio Tomalá, quien al propinarle la postrer azotaina, a la escultura, provocó lluvias diluviales y la cólera del dios, pues fiebres malignas acabaron, en pocas semanas, con el desventurado cholo”. Las mujeres, en cambio, frotaban en las noches su cuerpo desnudo contra el de San Biritute con el fin de ser fértiles y poder concebir.
Los agricultores latigueaban a San Biritute, hacían explotar pequeñas raciones de pólvora en su cuerpo y lo amenazaban con fuego. Entonces llovía y crecían los cultivos. Los comuneros cuentan además que las mujeres de la zona que tenían problemas para tener hijos se frotaban desnudas sobre la piedra, luego de este ritual, consumaban  el acto con su pareja y quedaban embarazadas, en el pueblo había mucha gente y existía gran devoción por los favores concedidos.
Luego pasaría lo increíble. Bajo órdenes del entonces alcalde de Guayaquil, Carlos Guevara Moreno, y con ayuda de la fuerza pública se separó a San Biritute de su lugar de origen, de su pueblo y de la gente que a diario lo adoraba y lo veneraba. Nunca hubo conformismo ante estos hechos por parte de los comuneros de Sacachún, es más, se reclamó a las autoridades pero no se tuvo respuesta alguna.
Sacachún, comuna de Santa Elena, tiene 12.000 hectáreas de extensión, pero la habitan alrededor de 40 familias cuyo principal sustento es la cría y venta de chivos, ganado y aves de corral.
Lo más terrible de todo fue que San Biritute fue colocado en la Avenida 10 de Agosto del centro de Guayaquil sin que nadie pudiera darse cuenta del valor que tenía, cuantos caminantes por allí pasarían sin siquiera alzar la vista y hacerle una reverencia o siquiera una mueca al ídolo de piedra.
San Biritute fue encontrado en el cerro "Las Negritas", centro probablemente de ceremonias muy importantes, junto a ocho esculturas de piedra, de 8.55 m, y con una circunferencia de 1.47 m, en su parte más ancha. Son esculturas de hombres y mujeres desnudos. No se registra una fecha exacta, pero se conoce que en 1930 un geólogo de apellido Bushnell, de la Anglo Ecuadorian Oil Field, expresó en sus reportes que “había ídolos de piedra en la zona de El Morro y Santa Elena”.
Su forma fálica y el presentar un miembro viril al que se acercan sus manos creó polémica en Sacachún, donde la iglesia tampoco veía bien que se le "santificase" y se le otorgasen "poderes", recuerda Joaquín Moscoso, director de Proyectos Emblemáticos del Ministerio Coordinador de Patrimonio de Ecuador.
"La gente le asignaba un valor simbólico y cierto tipo de propiedades hasta metafísicas", comentó Moscoso a Efe, al considerar que no se puede encasillar como un culto pagano. Lo clasificó, más bien, en el ámbito de las creencias "como en el mundo católico y el cristiano se les da también a cierto tipo de santos y vírgenes".
En 1952, en contra de la voluntad de la población que le albergaba fue llevado a Guayaquil “entre dos colchones” por hombres uniformados que lo “enterraron” en la que se llamaría Avenida de los Dioses (intersección de las calles 10 de Agosto y Pedro Carbó). Este, considerado un ídolo pagano por la Iglesia católica, fue trasladado al Museo Municipal de Guayaquil en 1992, para exhibirlo al público en una sala especial, donde se encuentra hasta hoy.
En 2010, Ambrosio Tigrero, un anciano de 83 años, del pueblito de Sacachún, relató que, al día siguiente del “secuestro”, el pueblo organizó una comisión para que viajase a Guayaquil a rescatarlo. Esta regresó con las manos vacías, al igual que otras tantas que, a lo largo de 60 años, intentaron lo mismo, hablando con todas las autoridades que reivindicaban la custodia del venerado monolito.
El presidente de la comuna, Francisco Lino había precisado: “Queremos que nuestro San Biritute regrese. No para ‘adorarlo’, sino para recuperar nuestra identidad”.
Cuando a él se lo llevaron perdimos nuestra identidad", dijo Francisco Lino, pues desde entonces la comunidad "decayó bastante, la gente comenzó a emigrar, a talar la montaña, como que se desesperó", y de los aproximadamente 300 habitantes de mediados del siglo pasado, ahora hay 72.
Sacachún es una población de una sola avenida de unos 10 metros de ancho y 400 de largo, algo empinada, polvorienta y llena de heces de ganado, cerdo y aves de corral. A cada lado, no más de 30 casas, algunas deshabitadas. Entre estas, una caseta telefónica con el logo pintado de la desaparecida Pacifictel, que no funciona hace más de dos años; una escuela que suspendió el año lectivo, un comedor comunitario para la tercera edad que tampoco funciona, árboles de ciruela que esperan el verano para dar frutos, un gallo que canta sin noción de la hora, una cerda flaca que huye de sus crías hambrientas, una casa comunal recién inaugurada que contrasta con las construcciones vecinas, y una iglesia sin párroco, según la descripción que diera en EL UNIVERSAL Gabriela Jiménez.
“Frente a la iglesia, una glorieta color ladrillo y verde, unas bancas dobles vacías, una leyenda que habla de un hombre de piedra capaz de atraer a la lluvia, a la prosperidad y a la fertilidad, de sus devotos que olvidaron cuidarlo durante una fiesta, de un rapto y abandono, de una sequía y de una ola de migración. Ahí está un tótem de cemento al que nadie adora por ser réplica, una cruz de madera huasango de casi dos metros, y a su lado, un vacío”.
El presidente de la Comuna, Francisco Lino, describe a su pueblo de Sacachún: “No somos un pueblo fantasma. A veces nos llaman así porque vivimos algo apartados, pero no somos un pueblo fantasma. Somos gente sencilla y amable que vive voluntariamente en esta zona para trabajar en el campo y, ahora, con fe en el turismo. Para el visitante tenemos un sendero que estamos adecuando en medio de la naturaleza, tenemos nuestra gastronomía (seco de chivo), tenemos nuestras tradiciones y, sobre todo, tenemos esperanza en el desarrollo
Gabriela Jiménez cita el libro Yo soy más indio que tú, de Martín Bazurco Ozorio, publicado en el 2006, en donde se menciona que las comunas de Santa Elena atraviesan momentos decisivos para su supervivencia. “El deterioro ambiental traducido en una creciente deforestación y sequedad de los suelos en toda la Península ha impactado negativamente en las actividades de subsistencia de estas comunidades”, asegura la publicación de corte antropológico, donde se añade también que durante las dos últimas décadas se ha acentuado la pobreza estructural en la que viven estos pueblos, una realidad que continúa.
Ahora San Biritute regresará a su polvoriento pueblo viajando en una caravana que le acompañará desde el Museo Municipal de Guayaquil. El día 16 de julio se hará la entrega oficial del monolito a los dirigentes de la Comuna Sacachún en Santa Elena. Según explicó la ministra coordinadora de Patrimonio, María Fernanda Espinosa, en la comunidad se adecuó un lugar especial para recibir al monolito histórico.

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