lunes, 3 de octubre de 2011

Pobres de solemnidad

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Al amanecer del lunes pasado, al cruzar la calle 23, entre 10 y 12, Vedado, una señora muy delgada, mal vestida, medio ciega y con bastón, me suplicó la encaminara a la cuadra siguiente, es decir, hasta la esquina de 12 y 21, donde toma café cada mañana pues carece de cocina en su cuarto, donde vive con un hijo que oscila del manicomio a la vecindad. Mientras la acompañaba le pregunté algunas cosas; al dejarla en la cafetería le di diez pesos para que desayunara; supuse que almorzara y comiera en uno de esos tugurios habilitados para indigentes.

No es agradable tropezar con personas que al caminar exhiben su miseria sin proponérselo. La llevan en el rostro, en la ropa sucia y descosida, en los zapatos, el peinado y hasta en el alma. Salvo excepciones, parecen zombis insepultos, espectros bajo el sol en las calles de nuestras ciudades. Nadie como ellos revela la crisis y la falta de oportunidades del país.

La pobreza es mayor de lo que suponemos. Basta con mirar la presencia gris de quienes caminan sin rumbo. A esa legión de seres alienados por el hambre, víctimas de la desproporción entre el salario y los precios de las mercancías, no solo pertenecen los mendigos, los locos sin apoyo estatal, los borrachos que deambulan de la casa al bar y los viejitos cuya pensión mensual les dura una semana.

Cada día crece el estamento de la pobreza. Existen los pobres de solemnidad, los desamparados totales, parciales y de circunstancias. Todos en interacción gremial, un gremio sin representantes legales, cuya presencia desdice las consignas oficiales y cuestiona las estadísticas, tan solidarias con el papel y limitadas en su aplicación.
Si bien los mendigos, los alcohólicos, los locos y los ancianos que vagan por el día y se esfuman de noche, integran la nómina más representativa, al escuadrón de la pobreza extrema se suman las viejitas de barrio, esas que cuentan las pesetas y maldicen al joven dependiente que altera la balanza. A las viejitas les siguen las nueras y las hijas sin empleo, casi todas amas de casa con maridos “que no inventan los pesos” y las obligan a revender cualquier cosa o putear con el bodeguero, el carnicero o el vendedor del kiosco agropecuario.
Se suman al club no exclusivo de pobres de solemnidad los millares de personas que se acostumbran a sobrevivir del trabajo devaluado y la chequera simbólica: pedigüeños de todo tipo, ladronzuelos de bagatelas, huéspedes de terminales de ómnibus y de trenes, visitantes de bares pestilentes, casas de putas baratas, casas de juegos prohibidos, solares de gentes agresivas y ladrones de almacenes y cafeterías que arriesgan el puesto por un poco de azúcar o arroz, un pedazo de jamonada o unas cajas de cigarros.
Es cierto que a pesar de las tensiones cotidianas los parias de Cuba todavía gozan de “prebendas” en las farmacias, policlínicas y funerarias; aún los entierros son gratuitos aunque los dolientes pagan las flores, el café y los autos que acompañan al difunto en su último paseo; más resulta conmovedor el panorama creciente de gentes que sobreviven en la precariedad en La Habana y otras ciudades de la isla.

Nota de El Fantasma
Cualquier lector que no sea cubano puede que desdeñe por irrelevante el artículo que reproduzco. Pobres de solemnidad existen en cualquier lugar del planeta, muchos pasan hambre en América Latina, en Africa, en Asia sin descartar a la altiva Europa. Es cierto; pero cierto a medias.
Pregúntese antes qué por ciento de desheredados existe en su país de origen, ¿uno, dos cinco, diez por ciento? ¿Cuántos ciudadanos viven en su país por debajo de los niveles de pobreza?
La revista Futuros  en su página digital cita datos de un estudio realizado en el 2004 por  la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en los que se expone que “sólo 7, de los 18 países de América Latina analizados, podrían llegar a alcanzar la meta de reducción de la pobreza a la mitad en el año 2015. Estos países serían Argentina, Chile, Colombia, Honduras, Panamá, la República Dominicana y Uruguay. En otros seis países la pobreza extrema seguiría disminuyendo, pero ésta no se reduciría a la mitad (Brasil, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México y Nicaragua). Por último, en los cinco países restantes (Bolivia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela) los niveles de pobreza extrema se elevarían. En el año 2003 tan sólo ha habido un país (Chile) que ya ha alcanzado la meta de reducir a la mitad el número de personas pobres”. Y agrega que, “las conclusiones del informe son preocupantes y suscitan muchas inquietudes acerca del cumplimiento de las metas de la Declaración del Milenio, poniendo en evidencia que los elevados índices de desigualdad de la región latinoamericana son un obstáculo para el logro de un crecimiento más dinámico y, por ende, para la reducción de la pobreza”.
Futuros se refiere a los niveles de pobreza y pobreza extrema que se sufre en el subcontinente americano; “la pobreza en América Latina ─ anota ─ pasó del 42,5% de la población total en el año 2000 al 44’2% en el año 2003, lo que equivale a decir que hoy en día hay nada menos que 224 millones de personas que viven en América Latina y el Caribe con menos de dos dólares al día (umbral de pobreza). De éstas, unos 98 millones de personas (19,4% de la población) se encuentran en situación de pobreza extrema o indigencia, es decir, viven con menos de un dólar al día”
Datos terribles. Sin embargo el diario mexicano El Universal citó con fecha 1 de diciembre de 2010 nuevos datos de la CEPAL en los que se muestra que los niveles de pobreza descendieron del 44% en 2002 a 32% en 2010, es decir, que 32.1% de los habitantes latinoamericanos permanecerían ese año en situación de pobreza y 12.9% en la indigencia.
El diario mexicano citando los datos de la CEPAL señala que de 2008 a 2009, la pobreza descendió en Brasil de 25.8% a 24.9%, en Paraguay de 58.2% a 56%, República Dominicana de 44.3% a 41.1% y en Uruguay de 14% a 10.7%. En Argentina los niveles de pobreza descendieron de 21% en  el 2006 a 11,3% en 2009.
La secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, al presentar las conclusiones del “Panorama Social de América Latina” había indicado que era relevante en estos resultados el apoyo a las pequeñas y medianas empresas, fomentar la capacitación y la productividad, ampliar la vinculación con la región Asia-Pacífico, y crear una política de desarrollo de la productividad.
Según la CEPAL un ingreso de menos de dos dólares al día corresponde al umbral de pobreza. De Acuerdo con datos la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) de Cuba en octubre del 2010, el salario medio es de 429 pesos en el 2009, lo que equivale a un ingreso mensual de unos 22 dólares mensuales, cifra que le sitúa muy por debajo del umbral de pobreza. Los sectores económicos mejor retribuidos son la minería con un salario promedio de 537 pesos (unos 27 USD), comercio, restaurantes y hotelería con 534 pesos (aproximadamente 27 USD) y la construcción con salario medio de 531 pesos (26,5 USD); en tanto que en los sectores como el transporte y comunicaciones el promedio de salario es de 430 pesos (21.50 USD, en  los servicios comunales, el salario promedio es de 418 pesos (21 USD), y en la industria manufacturera el salario medio mensual es de 449 pesos (22.50 USD). El sector de la  agricultura, caza, silvicultura y pesca el promedio salarial es de 483 pesos equivalente a 24,50 USD.
Antes de 1959 en Cuba había sectores incluidos dentro de los umbrales de pobreza correspondiente para la época y los habrá durante el postcastrismo; sin embargo existía una pujante clase media, ahora desaparecida y una de las economías más progresistas de la América Latina. Nunca antes los niveles de pobreza en Cuba han llegado hasta las cotas actuales donde la mayoría de la población se encuentra sumida en la pobreza y muchos sectores se ubican en los niveles que pudieran considerarse como pobreza extrema.
El régimen alega que en Cuba no hay casos de desnutrición extrema entre la población infantil, pero ese hecho es meritorio para las familias cubanas. Se dice que el cubano es capaz de sacar cinco pesos de debajo de una piedra y es cierto, los padres hacen los mayores esfuerzos para garantizar la alimentación de su prole incluso a costa de su propia alimentación. Se privan de un bocado para dárselos a sus hijos, si tienen que robar, roban; pero sus hijos no pueden pasar hambre o mejor decir, amortiguarles el hambre. La gran mayoría de los niños en Cuba van a sus aulas con un pésimo desayuno matinal, sin leche, sin frutas, sin cereales y si acaso con un mendrugo de pan y tal vez un poco de leche adquirida con sumo esfuerzo en la economía subterránea y a precios increíbles.

La Habana, antes orgullosas por sus hermosas edificaciones y por los viejos edificios de la época colonial hoy se muere de tristeza en medio de una ruina urbanística colosal. La escasez de vivienda no tiene paralelo con la era de antes del castrismo. En una vivienda, quizá, en el mejor de los casos, de dos habitaciones, se hacinan varias generaciones al mismo tiempo.
El suministro de agua a las viviendas presenta enormes deficiencias obligando a muchos a tener que hacer filas ante un camión pipa para suministrarse el indispensable líquido.

El transporte público se ha convertido en la pesadilla habitual del cubano, de ese cubano, la inmensa mayoría que anda a pie.
 No es exagerado lo que afirma Miguel Iturria: “La pobreza es mayor de lo que suponemos. Basta con mirar la presencia gris de quienes caminan sin rumbo. A esa legión de seres alienados por el hambre, víctimas de la desproporción entre el salario y los precios de las mercancías, no solo pertenecen los mendigos, los locos sin apoyo estatal, los borrachos que deambulan de la casa al bar y los viejitos cuya pensión mensual les dura una semana”; como tampoco es una exageración lo que en párrafo precedente dice: “No es agradable tropezar con personas que al caminar exhiben su miseria sin proponérselo. La llevan en el rostro, en la ropa sucia y descosida, en los zapatos, el peinado y hasta en el alma. Salvo excepciones, parecen zombis insepultos, espectros bajo el sol en las calles de nuestras ciudades. Nadie como ellos revela la crisis y la falta de oportunidades del país”.
La pobreza en Cuba ha igualado a todos los cubanos con la excepción de la élite gobernante. Como su consecuencia natural ha crecido el ejército de mendigos, ha crecido la prostitución, ha crecido la desesperación de todos. Lo que es representativo de un sector determinado de cualquier país es en Cuba la generalidad, la realidad cotidiana.
En Cuba se hizo una revolución que prometía acabar con las injusticias sociales, que pregonaba que mejorarían los estándares de vida de todos los ciudadanos, que Cuba conocería un desarrollo que le colocaría a la cabeza de toda la América hispana y muy similar al desarrollo que se gozaba en Europa. Las industrias cantarían el himno del progreso y todos sería felices como viviendo en un renovado paraíso terrenal.
Cincuenta y dos años después el cubano vive peor que antes, hay nuevas y más lacerantes injusticias sociales, las industrias se adaptaron a la tecnología obsoleta de los países del campo socialista y se hicieron incompetentes, deficitarias y de baja productividad, se arruinó la agricultura y se enterró el progreso de la industria azucarera. La pobreza generalizada fue como el ángel del Edén expulsando al hombre hacia el oriente del Paraiso.

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