jueves, 10 de noviembre de 2011

Los ilegales

Mario J. Viera
Redada de inmigrantes indocumentados

Es bien conocido el jingoísmo o patrioterismo presente entre muchos republicanos y, mayormente entre los tea partisanos. Es el aguilismo de Mitt Romney que quiere un siglo americano sobre el resto del mundo; es el estridente grito de “asegurar nuestras fronteras”; es el impulso a leyes dirigidas en contra de los inmigrantes indocumentados sin discriminación de casos.
Se han atrincherado los republicanos en su tesis de primero fronteras seguras y después reforma de inmigración. Proponen de todo para asegurar las fronteras alegando que la porosidad de las mismas facilita el ingreso al país de los indeseados, entre los que agrupan, en increíble revoltijo, no solo a posibles terroristas o miembros de los narcocarteles mexicanos, sino también a los desesperados del país vecino, a los que huyen de la violencia que ha convertido a México en un gran campo de guerra, a los que quieren escapar de la miseria. No todos, en cambio, son iguales; pero se cuentan por millones.
Indigna la posición de los gobiernos mexicanos que alientan la emigración ilegal para zafarse del problema socio político de no satisfacer empleos seguros y remunerados en su territorio; de no garantizar una adecuada seguridad social sin los inconvenientes de la corrupción. Preocupa la masa de infelices que cruzan las fronteras y se arriesgan en manos de los coyotes o en el cruce de áridos desiertos. Llegan, por lo general, sin amor al país al que ingresan, ansiosos por una paga que les ayude a mantener a su familia, atrás dejada en medio de las penurias. Son, mayoritariamente, masas incultas, que no hablan el idioma de la nación a la que ha accedido y son diferentes. No son rubios, no tienen rasgos caucásicos, muchos son de origen indígena. Esas diferencias étnicas no son del agrado de los blancos supremacistas, de muchos que militan en el Tea Party.
Los congresistas republicanos, todos en bloque, rechazan la aprobación del Dream Act, ¡Primero hay que asegurar las fronteras! ¡Hay que electrificar la cerca que separa a los dos países, Estados Unidos y México! Solo esa frontera, no la que separa a Estados Unidos del Canadá.
Muchos de los inmigrantes furtivos van a realizar labores que la mayoría de los americanos consideran indignas y mal pagadas, en la recogida de tomate, en el cultivo de grandes empresas agrícolas; y como carecen de documentación son explotados inconsideradamente por granjeros inescrupulosos que se aprovechan de la ilegalidad en que subsisten sus contratados. Muchos, por las mismas razones, corrompen los salarios y aceptan empleos con pagas inferiores al salario mínimo.
Cuántos de los ilegales, de los indocumentados, llevan una vida, llena de dificultades, pero honesta, honrada, y le inculcan valores morales a sus hijos, lo que se ejemplifica en el hecho de que esos muchachos avanzan en los estudios y llegan hasta ingresar en Colleges y Universidades. Y sus hijos se sienten americanos, hablan fluidamente el inglés.
La inmigración es asunto de interés, de preocupación en cualquier nación. Una descontrolada inmigración crea dificultades de todo tipo; pero cuando se ha producido una inmigración de enormes proporciones como la que se presenta actualmente en Estados Unidos con millones de extranjeros sin documentación se requiere buscarle una solución legal pero digna; digna para la nación y digna para los inmigrantes. No puede agitarse el jingoísmo, el patrioterismo que pretende una supuesta defensa de la seguridad nacional. Por años los indocumentados se encuentran dentro de las fronteras de los Estados Unidos y no han puesto en peligro la seguridad nacional.
¡Ah, el jingoísmo, el patrioterismo! Ese fenómeno mental que el politólogo boliviano Lizandro C. Olmos define como el “exagerado entusiasmo que lleva a la exaltación gratuita, y normalmente cercana al absurdo, de la patria. Se pretende que dicho entusiasmo exagerado es espontáneo, y sin embargo suele ser incitado y provocado por los caudillos de ciertas sociedades...” es el que impulsan ahora los republicanos y los tea partisanos incluidos algunos de sus congresistas de origen hispano.

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