martes, 13 de diciembre de 2011

El nuevo abakuá

Dos artículos de Luis Cino Alvarez sobre la secta afrocubana el Abakuá.
Diablitos (iremes). Cuadro de Julien Sinzogan
El abakuá es una secta o hermandad secreta existente solo en Cuba cuyo origen se encuentra en las tradiciones nigerianas del Calabar que narran la leyenda de la princesa  Sikán quien que por descuido mata al pez dios Tanze.
Surgida inicialmente como organización secreta integrada solo por hombres, negros libertos, en las primeras décadas del siglo XIX y más precisamente según algunos historiadores en 1836. Con un fuerte sentido machista, el abakuá se define como “hombre a todo” por lo que a diferencia de la santería, no se aceptan en su hermandad a los homosexuales, el iniciado (ndisime) debe mostrar una gran dignidad personal; por lo que debe ser laborioso, fraterno, alegre, rebelde ante la injusticia y sobre todo cumplidor de un estricto código moral que se concreta en cinco principios básicos: ser buen padre, buen hijo, buen hermano,  buen amigo y, sobre todo, hombre a todo.
La hermandad secreta abakuá se inició en la portuaria población habanera de Regla, extendiéndose luego hacia otras barriadas habaneras, como Jesús del Monte y los Pocitos y a Matanzas y Cárdenas donde alcanzó un gran desarrollo.
En sus inicios los abakuás o ñáñigos (como los denominaron las autoridades coloniales españolas) eran solo negros hasta que a principios del siglo XX, Facundo de los Dolores Petit fundó la primera “tierra” que admitía blancos, con el nombre de Akanarán Efó Muñón Ekobio Mucarán.
Según Laura Mendoza del World Data Service reportando los trabajos del historiador norteamericano Ivor Miller, del Centro de Estudios Africanos de la Universidad de Boston, Massachussets, a lo largo de la historia de Cuba, los Abakuá no han sido vistos con buenos ojos por las autoridades. Durante la colonia, la hermandad, que según Miller, se basa en la ayuda mutua y la obediencia a estrictas reglas de comportamiento que velan por la moral e integridad de sus miembros, se dedicó a juntar dinero para comprar la libertad de los negros esclavos traídos de África y sus descendientes. Muchos de ellos combatieron además en el Ejército independentista.
El fundamento mítico del abakuá se encuentra en la Sikanekue, la leyenda de la bella princesa Sikén, hija del rey de Efor a orillas del río Niger. El pueblo de Efor adoraba a Abasí como dios supremo de su panteón. La leyenda cuenta que en el río vivía un pez sagrado, Tanze, que reproducía el rugido de Abasí con el cual comunicaba sus designios. Cierto día Sikán fue a sacar agua del río con su calabacín cuando por desgracia atrapara y provocara la muerte de Tanze. Aterrorizada huyó a esconderse con ayuda del chivo Mbori en el hueco de un baobab; pero Mbori no pudo guardar el secreto y Sikán fue entonces sacrificada junto con el chivo. Sin embargo se había perdido la voz de Abasí. Para recuperar el sonido de Tanze se probaron distintos métodos hasta que utilizaron el cuero de Mbori para hacer el tambor Ekué, Friccionando el tambor con sangre de los testículos del chivo y una varilla de güin, finalmente pudieron reproducir el poderoso alarido de Tanze.
El Sikanekue
De acuerdo con un artículo aparecido en el blog Tu Mundo Virtual, “a mediados del siglo XIX, en vista del temor que los antiesclavistas abakuá despertaban en el gobierno español de Cuba, se prohibió oficialmente este culto a través de leyes como la del 14 de noviembre de 1842, la del 2 de agosto de 1872 o la del 8 de enero de 1877, sin embargo la asociación, más secreta que nunca, continuó existiendo en la clandestinidad. A pesar de que fueron detenidos y procesados cientos de ñáñigos, sus templos profanados por la policía y sus objetos rituales confiscados, el culto abakuá continuó y continúa perviviendo”.
El secretismo de la sociedad abakuá hizo que muchos delincuentes se unieran en la organización; sin embargo para los abakuá viejos esa práctica constituía una deformación de los principios de la hermandad. Así me dijo uno de ellos: “Ahora para tener cartel, hay muchos jóvenes que se inician en las cárceles, quieren mostrar que son hombres a todo, que sean temidos; pero eso no es el abakuá”. Según los viejos para ser abakuá no se podía tener antecedentes criminales.
Enrique Sosa, en su libro Los Ñáñigos, Premio Casa de Las Américas expresa los prejuicios oficiales existentes sobre el Abakuá: “Abakuá, sociedad secreta exclusiva para hombres, autofinanciada mediante cuotas y colectas recaudadas entre sus miembros, con una compleja organización jerárquica de dignatarios (plazas) y asistentes, la presencia de seres ultramundanos, un ritual oscuro cuyo secreto –celosamente guardado- se materializa en un tambor llamado ekwé, con ceremonias de iniciación, renovación, purificación y muerte, beneficios temporales y eternos, leyes y castigos internos de obligatoria ejecución y aceptación, un lenguaje hermético, esotérico, y un lenguaje gráfico, complementario, de firmas, sellos y trazos sacros constituye, hasta nuestros días, un fenómeno cultural sin paralelo en Cuba y en América (…) De él provienen fonemas, inflexiones del lenguaje y formas sintácticas de uso habitual, así como rasgos psicosociales que sirvieron en el pasado para calificar a los ñáñigos de jaques petulantes, camorristas naturales proclives a la delincuencia hasta por lombrosianas causas natas (…) Desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta muy entrado el XX, los ñáñigos fueron acusados de criminales –lo cual, en casos particulares, fue cierto- y brujeros, temidos, vituperados y envueltos en una atmósfera sensacionalista que lucró con el temor, producto de la ignorancia con respecto a la naturaleza de sus creencias y ritos, así como de intereses clasistas, alarmitas, oportunistas y desvergonzadamente falsos, anticientíficos”.
Ireme

Luis Ubeda del oficialista Cuba Ahora cita al investigador Jesús Guanche quien aseguró que “en la medida en que fue avanzando el siglo XX, muchos ñáñigos ocuparon puestos como dirigentes sindicales en los muelles de La Habana y Matanzas. El movimiento obrero se hacía cada vez más fuerte y realmente lo que se produjo fue una asimilación de los abakuá por parte del sindicato marítimo portuario”.
De acuerdo con la oficialista Ecured en Cuba existen cuarenta templos abakuá entre las provincias de Ciudad de La Habana y Matanzas, distribuidos en los municipios de Guanabacoa, Marianao, Regla, San Miguel del Padrón, Cárdenas y la ciudad de Matanzas. Ecured nos informa que en los ritos de la sociedad secreta se utilizan trazos o grafías llamados Ekeniyó, que constituyen un sistema ideográfico de señales para inmovilizar y fijar las representaciones de hechos globales. Tales símbolos se trazan con yeso amarillo y blanco y comprenden tres categorías, los Gandos, las Firmas o Anaforuanas y los Sellos.
En contradicción con la verdad que expresan los dos artículos de Cino que reproduzco, existe una declaración de identidad “revolucionaria” por parte de Rafael Torriente quien era presidente de Ekori Abakuá, unión fraternal de potencias, juegos o tierras de Matanzas, citadas por el periodista oficialista Jesús Abascal López y reproducidaspor Luis Ubeda: “Y como somos amantes del progreso y nuestra religión no está reñida con los cambios que se han producido en la sociedad cubana, los ñáñigos matanceros van también al trabajo voluntario cuando hay movilizaciones en todo el país. Y tenemos ekobios que son miembros de las MTT (Milicias de Tropas Territoriales, cuerpo paramilitar del gobierno de Cuba) y otros fueron combatientes en Playa Girón y en el Escambray, y otros también son internacionalistas, como colaboradores civiles o soldados (…) En una comunidad como la nuestra, la cubana, el poder está en manos de los trabajadores. Y nosotros, los ñáñigos, como trabajadores, nos sentimos parte de ese poder. Así interpretamos nosotros la libertad de cultos, la libertad de reunión, la libertad de creencias…"
Reproduzco la descripción que de la ceremonia de iniciación abakuá ofrece Luis Ubeda, por considerarla aceptada:
El patio donde se celebra el plante (ceremonia) está colmado de ekobios y algunos makri (blancos) invitados. La jícara de mimba (aguardiente de caña) navega entre numerosas manos. Los ibonos (músicos) extraen de los cueros los sonidos rituales. Da inicio el desfile de los plazas, los indísime (iniciados) y los ekobios en dirección al fambá (cuarto secreto), lugar en el cual se producirá la consagración de los indísime. En el fambá está el iriongo (archisecreto rincón oculto), donde el Iyamba (dignidad abakuá) alimenta y percute el ekwé, el tambor más importante del ritual, encargado de trasmitir "la voz", el secreto del sagrado pez Tanze, núcleo solar de la mitología ñáñiga originada en la nigeriana región de Calibar.
Entre tanto, en el isaroko (ceremonia pública) la gente baila, bebe y come en abundancia. Los iremes (diablitos) gesticulan y danzan al compás de los tambores, el cencerro y las sonajas, para conjurar a los espíritus que rondan el fambá y tratan de interferir la ceremonia. Adentro, los futuros obonekues (hermanos de religión) permanecen de rodillas, descalzos y sin camisa, a la espera de ser "rayados" con las mágicas virtudes del ngomo (yeso amarillo) y recibir los efluvios del incienso, una vez hayan sido bautizados con umon Abasi (agua bendita), (agua de lluvia agrego yo). Después el indísime bebe la mokuba (licor para el juramento) que lo consagra abakuá y degusta el iriampo (comida sagrada). Pero a este ritual los yénicas (amigos) que no están jurados, obviamente no tienen acceso.
La realidad del abakuá de ahora es la de su total descomposición moral degenerando en una especie de ganga, como puede ser la Maratrucha, una asociación de criminales sádicos como resultado de la degradación de los valores sociales surgidos durante la formación del “hombre nuevo” guevarista.


Los muchachos de los eribangas matan
Luis Cino Alvarez
Eribanga, tatuaje abakuá

LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -A Jorge  lo mataron la víspera de Santa Bárbara, de 27 puñaladas, a unos metros de su casa, delante de su madre. Las puñaladas (y los martillazos, puñetazos y las patadas) se las dieron en el suelo. Antes le habían dado un balazo en una pierna. Todo, presuntamente, por profanar una ceremonia abakuá.

Le apodaban Tabaco. No había cumplido los 16 años. Vivía en el Callejón, el caserío de orientales que separa el Reparto Eléctrico de Parcelación Moderna, en Arroyo Naranjo. Volvía  del velorio de un abakuá  en uno de los edificios al fondo del Reparto Eléctrico conocidos como “el Tercer Mundo”. Allí tuvo problemas con unos abakuás recién juramentados. Cuando se fue, lo siguieron  hasta las cercanías de su casa.

La madre salió a la calle cuando sintió los gritos y los tiros (Jorge llevaba una pistola y  disparó). La mujer presintió que el problema era con su hijo. Pero no pudo hacer nada por salvarlo. Faltó poco para que la mataran a ella también. Tampoco los vecinos, demasiado asustados, pudieron hacer nada.

La policía, que como siempre demoró en llegar, se llevó el cadáver poco antes de que empezara a clarear. Hay  un sospechoso  preso: el dueño de la casa donde se efectuaba la ceremonia. Hubo  testigos del episodio, pero todos tienen demasiado miedo para decir quiénes fueron  los asesinos y si viven en la zona.

Cuando converso con  amigos de la víctima, lo que más me sorprende es que aceptan su muerte casi como algo natural.  “Jorgito se lo buscó,  con eso  no se juega”, me dicen. Y presiento un respeto que habitualmente ellos no demuestran por ninguna otra cosa.

En Arroyo Naranjo, un municipio  periférico, pobre y mayoritariamente negro, que es considerado por la policía uno de los de mayor potencialidad delictiva de la capital, cada vez hay más abakuás o jóvenes que se jactan de serlo.

Comentan que los asesinos -las versiones difieren, ¿cuatro, veinte?- eran sólo unos años mayores que Jorge. Ninguno pasaba de los 20 años. “Todos lo hirieron, tenían que hacerlo”, dicen.

Para iniciarse como abakuá, hay que tener más de 17 años y ser  recomendado por algún padrino. Pero las exigencias han disminuido últimamente.  Muchos de los iniciados son adolescentes de pésimo comportamiento social. Los juramentan tipos irresponsables que no verifican ni averiguan mucho, sólo les interesa cobrar.

“Antes no admitían a cualquiera, había que ser un tipo correcto y decente para jurarse. Pero ahora han cogido la hermandad para la guapería y la delincuencia”, comentaba Arístides, un cincuentón cuyo padre fue un endure renombrado del barrio  Los Sitios.

Una encuesta de la revista Somos Jóvenes realizada en 2009 a iniciados en la secta, con edades entre los 16 y los 21 años, arrojó que la mayoría se hizo abakuá porque “se consideran hombres probados y que tienen condiciones”.

Ahora, luego del asesinato de Jorge,  ya sabemos en mi barrio que los muchachos de los eribangas, para probar su hombría y demostrar sus condiciones, además de alardear, matan. Aunque no sepan bien si son efí o efó.

Enseñando el eribanga

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - “Mira cómo anda, anda sin camisa enseñando el eribanga”, dice la letra de un reguetón muy escuchado en La Habana. Describe a uno de los tantos muchachos habaneros que exhiben con orgullo sus tatuajes abakuás, preferiblemente en la espalda.

Los eribangas están de moda entre los adolescentes y los jóvenes, principalmente negros y mulatos de los barrios periféricos de la capital. Su sorda rebeldía marginal se refleja en los círculos cruzados por rayas y flechas que aparecen pintados en los muros. Son los símbolos de una secta que regresa con nuevos bríos.

La secta abakuá, fundada por esclavos carabalíes como una sociedad fraternal masculina de auto-defensa, apareció a inicios del siglo XIX en  La Habana, Matanzas y Cárdenas. Imprimió su huella en la música, la danza, las artes plásticas, la literatura y el habla popular, pero durante la República, debido al secretismo de la sociedad y a los prejuicios racistas, se tejió una leyenda siniestra en torno al ñañiguismo. El régimen revolucionario barrió a la sociedad abakuá junto a todo vestigio de la identidad negra que se saliera de lo puramente folklórico. Los abakuás fueron vinculados por las autoridades a la marginalidad y el delito.

Rezagos del pasado. Baste recordar lo que escribían sobre ellos en los años 60 y 70 las revistas Moncada (del Ministerio del Interior) y El Militante Comunista   

Raydel, de 17 años, residente en El Moro, Arroyo Naranjo, tiene tatuado un “ireme” en el omóplato izquierdo. Un diablito encapuchado que danza y empuña algo que parece una hoz. Un poco más arriba del capuchón, hay una frase africana escrita con tinta china. Es la firma  del Juego. “Si no tiene firma, no sirvió, es sólo monería”, explica. El muchacho dice con orgullo que se juró hace más de un año.

Pero se niega a dar más detalles: “De eso no se puede hablar. Sólo hay que ser hombre y no dejarse pasar una”.

Los tatuadores hacen zafra con los eribangas. No averiguan (ni les interesa) si el cliente es abakuá  y está “autorizado” a llevar el ireme y la firma en su espalda. Por hacerlos, con máquina o con “muletas”, cobran no menos de 15 cuc (unos 365 pesos). Puede costar más, en  dependencia de la calidad del dibujo.

Para iniciarse hay que ser mayor de 17 años y llegar al Juego con la recomendación de algún padrino. Pero las exigencias han disminuido últimamente. Mucho de los iniciados son menores de edad.

 Los juramentan tipos irresponsables que no verifican ni averiguan mucho, sólo les interesa ganar dinero”, explica Arístides, un cincuentón de Centro Habana, hijo de un endure renombrado en el barrio Los Sitios. “Antes no admitían a cualquiera. Había que ser un tipo correcto y decente para jurarse. No se podía ser abusador. ¿Por cuánto un ecobio iba a golpear a una mujer para quitarle dinero?”

Refiere un profesor de la Escuela de Iniciación Deportiva de El Cotorro que ha sorprendido varios plantes en los dormitorios, y que algunos terminaron en reyertas.

Una encuesta de la revista Somos Jóvenes realizada a inicios de 2009 a muchachos de la capital que dijeron ser  iniciados en la secta, con edades entre 16 y 21 años, arrojó que la mayoría  se consideran “hombres probados y que tienen condiciones”. 
Probar la hombría y “tener condiciones” los convierte, especialmente si son negros, en objetivos de la  policía. Los acusan de ser violentos y agresivos, y por tanto,  proclives a que les apliquen la ley de la peligrosidad social pre-delictiva. 

Los chamacos  han cogido la hermandad para la guapería y la delincuencia. ¿Qué se puede esperar si nos hemos adaptado a vivir en la mierda y el descaro?”, dice Arístides y abre los brazos, como si quisiera abarcar todo cuanto le rodea.

5 comentarios:

  1. Sorprendido por la realidad. Que Cuba la de hoy. Degenerada. Su moral inexistente.

    Que hermandad; con hermanos asi, quien necesita enemigos.

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  2. no hace falta tener autorizacion para hacerte un tatuaje lo unico que no puedes firmarlo con el nombre de ningun juego o plante...

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  3. Hola buenas tardes quisiera informarme un poco más

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  4. A ese k mataron es mentira de entrada en ninguna casa de arroyo se planta kien es ese par plantar 😂😂 exageran la verdad

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    1. A ti leer como que no se te da muy bien, cierto? Ahi dice claramente que venía de un velorio, no de un plante.

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