domingo, 30 de junio de 2013

Estambul, sí; Rio, sí… ¿Por qué todavía no, en Caracas y en La Habana?


Mario J. Viera

Hay muchos que se interrogan el por qué se han producido protestas masivas en Estambul y en Río de Janeiro, en tanto que en Caracas y en La Habana, donde existen mayores razones para el estallido de una protesta popular, estas no se han producido  de manera masiva y consistente. Tal vez muchos culpen la aparente falta de combatividad de cubanos y venezolanos a una carencia de civilismo, a un estado de apatía y desidia generalizado, e, incluso, a la cobardía social.

Quizá esto sea cierto, pero solo en parte y solo dentro de determinadas condicionantes.

Henrique Capriles ve una gran diferencia entre las posiciones del gobierno brasileño y las del gobierno de Venezuela. Según el líder opositor venezolano: "Brasil tiene una presidencia que reconoce a la oposición pero en (Venezuela) la protesta universitaria por ejemplo ha tenido como respuesta el desconocimiento a los profesores, a los estudiantes y tildarlos de conspiradores".

Esto también es cierto pero solo dentro de un marco específico de la realidad y solo en parte.

Fernando Mires analizando la razón de que en Venezuela no se haya realizado una fuerte protesta masiva, la encuentra en la condición estatista del chavismo; es decir  en “un proceso de toma del poder, pero no por una clase social externa al estado, sino por un partido identificado cien por ciento con el estado” lo que dicho con otras palabras: “se trata de un proceso de doble toma de poder. Por una parte, la toma del estado por el gobierno. Por otra, la toma de la sociedad por el estado”.

Este criterio puede aplicarse al régimen castrista; primero los rebeldes de la Sierra Maestra tomaron el gobierno y acto seguido, asaltaron el Estado. La llamada Revolución Cubana tuvo como objetivo la estatización de toda la vida social del país, primero suprimiendo el Congreso cuando le dio la capacidad legislativa a la junta de gobierno que estableciera, posteriormente el asalto al poder económico colocando toda la economía bajo el imperio y las directrices del Estado para continuar suspendiendo el ejercicio electoral e impulsar la creación de un Partido de gobierno desde el propio Estado.

No se equivocó Mires cuando afirmó que “ahí donde crece el estado no nace la sociedad”. El estatismo conduce inevitablemente al totalitarismo y los grupos sociales se masifican en un ente colectivo, irresponsable e ignorante. Ese fue el trabajo sistemático de Fidel Castro durante su liderazgo al frente de su gobierno usurpador: colocar a toda la sociedad bajo la hegemonía del poder estatal y ejercer la represión selectiva para acallar cualquier tipo de protesta o expresión de malestar. El castrismo logró, lo que intenta alcanzar el chavismo, “quebrar la columna vertebral de la sociedad” de tal modo que se hiciera prácticamente imposible “una comunicación de tipo horizontal entre diversas organizaciones sociales”. Quien no comprenda este acierto posee una ignorancia supina de la sociología más elemental.

Como dijera recientemente Henrique Capriles: “La protesta tiene que ser expresión del pueblo, sobre la base de problemas concretos”. Como bien señalara Gustave Lebon en “Psicología de las revoluciones”: “La masa constituye un ser amorfo que no puede hacer nada y no hará nada sin una cabeza que la conduzca”.   Para que se inicie una protesta se requiere la conducción de las multitudes por agitadores decididos, que tomando como consigna un problema concreto de la sociedad inciten a una acción resuelta por parte de la población. Pero para lograr esa respuesta hay que vencer al miedo latente en las poblaciones sometidas a regímenes policiacos. El miedo se vence con el ejemplo, con la obstinación casi suicida de activistas decididos. Ningún movimiento de protesta es espontáneo, requiere de todo un proceso previo de preparación y concientización.

En Brasil, en Turquía no existe un estado policiaco; el gobierno no es todo el estado y existe la separación de poderes. Donde el gobierno es el que legisla y al mismo tiempo domina y controla los poderes judiciales, iniciar una protesta masiva es un acto de suprema desesperación. Todo el poder del Estado contra la población. Si a esto agregamos, como sucede en Cuba bajo el castrismo, que no existen fuertes y bien estructuradas organizaciones de la sociedad civil, donde las organizaciones sociales, como los sindicatos y las organizaciones estudiantiles están bajo el poder del gobierno-estado, donde no existen partidos legalizados de la oposición, donde los medios de comunicación masivas están bajo el poder monopólico de los órganos del estado, la movilización de las multitudes se convierte en prácticamente irrealizable.

Existe descontento en Cuba, como existe en Venezuela; pero el descontento para que impulse a la acción desesperada de las protestas masivas tiene que ser, como dijera Lebon, universal y excesivo, requiriéndose “la continua o repetida acción de dirigentes”. En Venezuela, aún el descontento no se ha hecho universal, aunque existen activistas opositores que cuenta con más o menos capacidad de activismo. En Cuba, el descontento se está haciendo universal, pero los líderes que pudieran canalizar de modo efectivo ese descontento están ostensiblemente limitados por el control policiaco.

Pretender desde el exilio una rebelión en Cuba que asalte la Plaza de la Revolución como si fuera la Plaza Tahrir en el Cairo es no tener la menor idea sobre la dinámica social. Algún discrepante que hace de la discrepancia un oficio, lanzará rayos olímpicos sobre el pueblo cubano, exigiéndole acción frontal contra el régimen y acusándole de complicidad con sus tiranos. Desde el exilio no tenemos la moral para exigirle a los que están en la isla la comisión de actos desesperados. Muchos nos enfrentamos al régimen pero abandonamos el país para acogernos al exilio. Lo que no pudimos o no fuimos capaces de hacer en Cuba no debemos exigirlo para que de manera espontánea La Habana se convulsione en una serie de protestas callejeras que desestabilicen al gobierno.

Nuestra labor desde el exilio es denunciar los crímenes de la dictadura, buscar apoyo para el movimiento opositor dentro de Cuba y apoyar sin exclusiones a sus activistas, sin imponerles directivas.

Ya muchos en Cuba manifiestan su descontento, todavía de manera tímida, pero actuando en la pasividad. Muchos cubanos ya no participan en los simulacros electorales del régimen o van al colegio electoral y anulan la boleta o la entregan en blanco. Las elecciones son también, como ha dicho Mires, otro modo de protestar. Muchos activistas de derechos humanos y de la oposición ya se atreven a salir a las calles y hacer protestas enfrentando a los represores y sin el apoyo inmediato de la ciudadanía que, no obstante, con su silencio manifiesta su apoyo a los valerosos activistas.

El descontento crece en Venezuela; el descontento es ya enorme en Cuba, solo falta el momento propicio, la oportunidad de un instante, para que tanto en La Habana como en Caracas las plazas públicas y las calles se conviertan en un hervidero de furiosas protestas reclamando la caída de un gobierno incompetente, corrupto y represor.

La educación y el cinismo


Carlos Alberto Montaner. FIRMASPRESS

Los estudiantes universitarios chilenos suelen protestar contra el gobierno de su país. Lo hicieron contra la señora Bachelet, que es de izquierda, y lo hacen contra el señor Piñera, que es de derecha. A veces las protestas son pacíficas y, a veces, como las más recientes, devienen en considerables actos vandálicos cometidos por minorías violentas infiltradas en el movimiento estudiantil.

Los jóvenes chilenos demandan buenas universidades y enseñanza de calidad, pero no quieren pagar por esos servicios. Exigen que otros se los paguen. (Eso siempre es estupendo). Tienen 18 años o más. Son mayores de edad. Pueden votar, elegir y ser electos, ir al ejército, casarse sin autorización de nadie, crear empresas, invertir, engendrar hijos a los que están obligados a cuidar, ir a la cárcel si cometen delitos, consumir alcohol o tabaco, pero suponen que la responsabilidad de pagar por su educación es cosa de otros. Son, o deben ser, adultos responsables en todo, menos en eso.

Realmente, es una conducta incoherente o, por lo menos, extraña. ¿Por qué el conjunto de la sociedad debe pagar los estudios universitarios de una minoría de adultos privilegiados que, a partir de la graduación, ganará una cantidad de dinero considerablemente mayor que la media de quienes no han pasado por esos recintos académicos? ¿No es una hiriente inmoralidad que los trabajadores de a pie paguen con sus impuestos los estudios de quienes luego serán sus jefes y empleadores?

Pero hay otra incongruencia todavía peor: los estudiantes universitarios chilenos pretenden que la educación no pueda ser objeto de lucro. Si Platón y Aristóteles hubieran ejercido su magisterio en el Chile de estos tiempos, y no en la Atenas de los siglos V y IV antes de Cristo, los hubiesen acusado de codiciosos explotadores por haber creado la Academia y el Liceo con el propósito de ganar dinero formando a sus alumnos.

Los estudiantes chilenos no advierten que están planteando un contrasentido. No hay nada moralmente censurable en el lucro. Lucro es sinónimo de logro, de misión cumplida. Si ellos quieren una educación de calidad, creativa, original, oficiada por profesores competentes, la mayor parte de las veces tendrán que atraer a los mejores con buena remuneración, con reconocimientos públicos y con posibilidades de enriquecimiento.

Hay algunos seres excepcionales, dotados de una intensa vocación, generalmente religiosos, dispuestos a enseñar por un plato de comida, una cama de tabla y dos palmos de techo, pero son pocos. A Einstein lo reclutaron en Princeton enviándole un cheque en blanco que él rellenó a su capricho. 

¿Dónde está la falta en que unas personas decidan crear una empresa para vender enseñanza si hay otras criaturas dispuestas a pagar el precio que les piden para adquirir esos conocimientos? Una de las mejores universidades de Centroamérica es la Francisco Marroquín de Guatemala, una institución que es y se maneja como una empresa privada. ¿Por qué es inmoral vender educación y no vender agua, comida, medicinas o zapatos, bienes, sin duda, más importantes para la supervivencia que los conocimientos universitarios?

El argumento de que las universidades privadas con fines de lucro a veces no tienen suficiente calidad y deben clausurarse carece de sentido. Tampoco cerramos los restaurantes malos con fines de lucro, y mucho menos los comedores populares, que suelen servir unos platos espantosos a los indigentes. ¿Por qué no permitir que los consumidores de esos servicios educativos decidan libremente con su dinero cuáles universidades triunfan y cuáles fracasan?

En América Latina muchas universidades públicas son rematadamente malas y no por eso pedimos que las cierren. Como no se cansa de denunciar Andrés Oppenheimer, entre las 500 mejores universidades del planeta, apenas comparecen tres o cuatro latinoamericanas y están a la cola del grupo.

Hay algo terriblemente autoritario e hipócrita en el comportamiento y las demandas de esos estudiantes chilenos. Lo terrible es que ellos, que esperan que otros les paguen sus estudios, y que condenan a quienes están dispuestos a arriesgar su capital y su trabajo para crear instituciones educacionales lucrativas, cuando terminan sus carreras suelen o intentan convertirse en profesionales económicamente exitosos. Para ellos el lucro sólo es malo cuando lo persigue el otro. Eso se llama cinismo.

La universidad


Carlos A. Romero. EL UNIVERSAL

El conflicto nacional que tanto ha dividido a los venezolanos en estos últimos años llevó a que nuestra Universidad Central y otras casas de estudio se convirtieran en el foco principal de la perfidia gubernamental. No se trata solamente de observar con espanto y dolor la bien planificada tarea de reducir el presupuesto a las universidades autónomas a través de un torniquete financiero, sino también de crear paralelamente y de prisa otras instituciones de muy bajo nivel.

En este contexto, se ha pretendido reducir las actividades del saber de dos maneras. Por una parte, hostigando a profesores, empleados, obreros y estudiantes con la permanente amenaza de allanamiento, de control, de subordinación y desaparición del status docente y de investigación. Y por la otra, introduciendo la violencia en el campus universitario, desafiando, las buenas maneras, el diálogo, el patrimonio y el compromiso docente y autonómico que son propios de la cultura académica.

Desde luego que estos hechos y otros que pueden ocurrir en el futuro son manifestaciones típicas de los procesos políticos antidemocráticos. Porque detrás de los culpables de la "angustia salarial" y del acoso político está la pretensión autoritaria de quienes han tratado de uniformar al país y de promover el pensamiento único. De ahí se desprende la idea de que la lucha por una universidad autónoma no es tan sólo un tema "economicista" sino básicamente un asunto vital desde las ópticas política y ética.

A fin de cuentas, lo que está en juego es el derecho que tiene la comunidad universitaria a fomentar la pluralidad de ideas y la convivencia democrática, valores que son fundamentales en la vida de los venezolanos y que se plasman día a día en la promesa del estudiante, en la pulcritud de la cátedra universitaria, en la prestación de servicio de los trabajadores y en la confianza depositada por la sociedad en la institución, en su legado y en sus símbolos.

sábado, 29 de junio de 2013

Hace falta una cadena nacional de TV hispana


Mario J. Viera

Realmente en Estados Unidos no existe un canal televisivo de alcance nacional que represente a todo el conjunto de las comunidades hispanas. Actualmente funcionan nacionalmente dos cadenas de TV ─ Univisión y Telemundo ─ que aunque se denominan canales hispanos, son, en realidad, canales televisivos dirigidos a solo un sector ─ aunque mayoritario ─ de las comunidades hispanas en los Estados Unidos: la comunidad mexicana.

En ambos canales no hay una política editorial que recojan en igualdad de oportunidades a todo el panorama hispano de Estados Unidos y se inclinan preferentemente hacia la emigración mexicana.

Desde los espacios comerciales y los de noticias, hasta los espacios deportivos y los programas de entretenimiento ─ telenovelas y musicales ─ la nota predominante es reflejar la cultura y el modo de ser de los mexicanos. Los comerciales, en su generalidad son mostrados por mexicanos utilizando modismos idiomáticos y acento mexicanos. Los personajes de las telenovelas son todos mexicanos, ninguno es argentino o venezolano o paraguayo; solo mexicanos, aunque puede haber actores que representen a esos personajes sin ser mexicanos pero adaptándose a utilizar un acento “neutro” y obligados a pronunciar mexicanismos.

Estos canales nos invaden, con menosprecio de las restantes culturas hispanas, con el folclore mexicano; así nos hablan de La Llorona, personaje que nada le dice, digamos a un uruguayo, o nos menciona al “chamuco” que para un venezolano o para un cubano pudiera parecer una mala palabra, o quizá se nos hable de una “muchacha fresa” sin que un cubano o un dominicano no deje de pensar que le estén hablando de algún helado o de algún dulce elaborado con fresa o “frutilla” como se le dice en el cono sur. Quedamos perdidos cuando se menciona la palabra “escuincle” ─ ¿Qué rayos es eso? ─, para luego de pensar y pensar lleguemos a la conclusión que significa lo mismo que “fiñe” para los cubanos, “pibe” para los argentinos y “carajito” para los venezolanos.

¿No sería mejor que se empleara un lenguaje neutro sin regionalismos idiomáticos que para muchos no sean comprensibles?

Si se trata el tema de la fe católica nada mas existe la Virgen de Guadalupe, nada, o muy poco, se mencionará a la Caridad del Cobre (patrona de Cuba), a la Virgen de Luján (de Argentina), al Cristo de la Grita (de Venezuela), a la Virgen del Rosario (de Guatemala), a la Virgen de Altagracia (de República Dominicana), a la Virgen del Carmen (de Chile), esto por solo mencionar los santos patronos de algunas de nuestras repúblicas hispanoamericanas que nunca son destacadas sus festividades en Univisión y Telemundo, como si se hace con la festividad de la patrona de México con programaciones extensas desde México y Los Ángeles.

Si se trata de la farándula, este mundillo solo es llenado con artistas mexicanos o con artistas de otras nacionalidades que viven y actúan en México; aunque ciertamente se menciona algún que otro cantante dominicano o puertorriqueño. Pareciera que en el resto de América Latina no existiera farándula.

El destaque que los dos canales hacen de los grupos musicales norteños ─ que deben ser miles ─ es escandaloso; constantemente machucan el gusto de aquellos que no se sienten atraídos por tales manifestaciones musicales o que les son completamente extrañas o exóticas. ¿Acaso no hay manifestaciones musicales, regionales, de Venezuela, de Colombia, del Perú, de Panamá, de Nicaragua, de cualquier otro país de la América Latina?

¡Qué decir de los deportes! Si nos atenemos a las carteleras de futbol de ambos canales, cualquier despistado podría pensar que los equipos más importantes de este deporte son los mexicanos. Nunca son televisados encuentros entre equipos argentinos o equipos uruguayos, los únicos que se transmiten son los encuentros entre “Las Chivas”,  el “América”, el “Toluca”… Si están a la vuelta las eliminaciones para la Copa Mundial o para la Copa América solo se ven los partidos en los que participa la selección mexicana; aunque esta selección nunca ha ganado un buen puesto en ambos certámenes; para nada se siguen los encuentros de los seleccionados de Argentina y Uruguay que con mucho son incuestionablemente superiores al de México. No cuentan ni argentinos ni uruguayos y eso que, sin mencionar al Brasil que ha ganado en cinco ocasiones la Copa Mundial, tanto Argentina como Uruguay se han coronado en dos ediciones cada uno.

En cuanto a la Copa América, Uruguay se ha llevado la corona en 15 ocasiones, Argentina en 14, Brasil en 8, Perú y Paraguay en 2 y Bolivia y Colombia en una.

¿Fechas históricas? Bien, parece ser que las únicas fechas de importancia histórica del subcontinente hispano son las mexicanas. ¿Fechas de la independencia de algún país que no sea México? Solo una mención: “Felicitamos a tal país por el día de su independencia” y con eso basta.

Quizá se alegue que ambos canales hacen una labor muy importante a favor de una reforma migratoria que saque a la luz la gran multitud de inmigrantes ilegales, o furtivos o, si se quiere, indocumentados. La fuerza de esa labor, muy intencionada por ganar ratings, se dirige primordialmente a la comunidad de inmigrantes furtivos mexicanos, poco se habla de los inmigrantes indocumentados de Guatemala, del Salvador, de Nicaragua, de Honduras.

Definitivamente, salvo a favor de los mexicanos, el resto de las comunidades hispanas carecen de un canal televisivo de alcance nacional que las represente en toda su extensión. Conspira en contra el que en Estados Unidos hay más mexicanos que colombianos; más mexicanos que dominicanos; más mexicanos que cubanos; más mexicanos que venezolanos; más que peruanos, panameños, nicaragüenses, guatemaltecos, bolivianos, hondureños, más que cualquier otra comunidad hispana.

Bastante tienen ya las comunidades hispanas para adaptarse a la cultura de Estados Unidos para que además, desde los canales que se dicen hispanos, les quieran imponer una cultura diferente; porque como dice la letra de la canción “Solo le pido a Dios: popularizada por Mercedes Sosa:

Desahuciado está el que tiene que marchar / A vivir una cultura diferente”.

¿Cómo convertir las elecciones en protesta sin que dejen de ser elecciones?


Fernando Mires. Blog POLIS

Las Masas. José Clemente Orozco (1883-1949)
La política es un espacio de confrontaciones múltiples en el cual se desenvuelven los antagonismos destinados a dirimir la lucha por el poder, lucha que no tiene final. Y porque la política es lucha, aparecen cada cierto tiempo en ella personas o grupos que, como en el fútbol, realizan verdaderas jugadas maestras las que se muestran "bajo la luz de lo público" (Arendt) de modo retórico y gramático.

La política no es un arte pero contiene dos artes. Uno es el de separar; el otro es el de unir. Para poner un ejemplo, la frase coreada por el pueblo alemán de la ex RDA ─ "Nosotros somos el pueblo" ─ estaba destinada a separar el pueblo de sus dictadores. La frase de Willy Brandt, después de la caída del muro -"crece junto lo que pertenece al mismo tronco”- perseguía el propósito de unir políticamente a dos naciones que histórica y culturalmente eran una sola.

En la vida políticamente bien regulada, el arte de unir y el de separar son practicados de modo preferencial en esos momentos culminantes que son las elecciones. En cada elección, sea presidencial, parlamentaria o comunal, el pueblo se parte (se separa) y se une. De ahí que mientras menos sea la cantidad de las partes mayor suele ser la intensidad de la lucha política.

Si no hubiera elecciones sólo habría revoluciones. Eso quiere decir que en las democracias las elecciones sustituyen a las revoluciones. Pero para que las sustituyan deben integrar en sí muchos elementos propios a las revoluciones. En efecto, a través de las elecciones, cambiamos políticos e incluso derribamos gobiernos. Y para lograrlo, nos separamos y nos unimos entre nos-otros en contra de los otros.

Las elecciones son, luego, medios destinados a canalizar la protesta pública de un modo no violento. La campaña electoral a su vez, es el medio mediante el cual los candidatos intentan canalizar a su favor las protestas públicas en contra de quienes en el poder intentan desactivarla. Esa es la razón por la cual desde la oposición la política es más ofensiva que defensiva y desde el gobierno más defensiva que ofensiva.

Hay por supuesto momentos en que a determinados gobiernos democráticamente elegidos no interesa demasiado desactivar, sino solo reprimir las protestas públicas, sobre todo cuando éstas no representan la voluntad mayoritaria. Tomemos dos ejemplos recientes: el aplastamiento violento de las protestas en dos países en vías de democratización como son Egipto y Turquía.

Tanto el presidente egipcio, Morsi, como el presidente turco, Erdogan, saben que las movilizaciones laicas y citadinas no representan a la mayoría del país y que con ellas o sin ellas la gran votación está asegurada en los campos y en las regiones más remotas de cada nación. Y como las recientes protestas no cuestionan el poder político, ambos mandatarios, en lugar de dialogo, ofrecieron palos.

Distinto en las recientes movilizaciones sociales brasileñas frente a las cuales la presidenta Rousseff entendió que estaba a punto de perder parte de su capital electoral. Fue esa la razón por la cual, a diferencia de sus colegas musulmanes, se mostró conciliadora y abierta, intentando incluso integrar las protestas a la política de gobierno. Si lo ha conseguido, es otro tema.

Hay por cierto también ejemplos en los cuales las elecciones transcurren sim trasfondo de protesta pública. Pienso en Alemania. Allí nadie ha podido encontrar todavía la gran diferencia entre el programa del candidato socialdemócrata Steinbrück y el de la canciller Merkel. Bajo esas condiciones las elecciones no pasan de ser un trámite rutinario. Lo dicho no es ─ entiéndaseme ─ ninguna crítica. Después de todo, vivir protestando no tiene por qué ser una condición antropológica. Hay cosas más importantes en la vida que la política. Siempre lo he sostenido.

Radicalmente distinto ha sido el caso de las dos elecciones presidenciales ganadas por Obama en los EEUU. Obama logró, efectivamente, integrar electoralmente tres protestas muy profundas frente a las cuales cualquier gobierno republicano habría sucumbido. Primero, la protesta en contra de  las guerras que marcaron la administración Bush, la que amenazaba revivir los días de las luchas políticas en contra de la guerra en Vietnam. Segundo, la protesta por la desintegración social en contra de un estado con débiles competencias sociales (en el campo de la salud, por ejemplo). Tercero, la protesta étnica de los emigrantes, sobre todo los "latinos", en contra de la discriminación social y racial.

En cualquier país sin la solidez de la democracia estadounidense, el entrecruce de esas tres protestas habría bastado para producir una gran revolución. Por mucho menos los franceses cambiaron el curso de la historia universal. Convertir las protestas en elecciones y las elecciones en protestas es, definitivamente, un arte. Y no quepa duda: un arte ─ en el buen sentido del término ─ contra-revolucionario.

Hay, por cierto, protestas que por lo menos durante un tiempo no son posibles de ser canalizadas electoralmente. Es el caso de la de los estudiantes chilenos, quienes, para que nadie creyera que solo los brasileños salen a las calles, volvieron a llenar las calles de Santiago. En verdad, ya llevan dos años peleando por objetivos que no son demasiado difíciles de cumplir. Es por eso que Bachelet, siguiendo el ejemplo de su colega Rousseff, intentará  integrar a su campaña electoral y después a su eventual gobierno, algunos temas planteados por las protestas estudiantiles. Probablemente ella y su "nueva mayoría" lograrán lo que no pudo lograr Piñera. Si no integrar a las protestas ─ hay quienes seguirán protestando pues identifican a Bachelet como miembro de la clase política "neoliberal" ─ por lo menos dividirlas entre quienes votarán por Bachelet y quienes no votarán, o lo harán por algunos de esos candidatos exóticos que en Chile suelen abundar. Reforma educacional, reforma del sistema impositivo, reforma del sistema bi-nominal, cambio o reforma simbólica de la Constitución, y basta. La tarea histórica del futuro gobierno, cualquiera que sea, ya está programada gracias entre otros factores, a los estudiantes. Que algunos de ellos, o sus ideólogos, no persiguen esas pocas reformas sino un cambio en el sistema solar, es harina de otro costal.

Mucho más complejas y problemáticas serán las elecciones para alcaldes que tendrán lugar en Venezuela el 8 de diciembre de 2013. En esas elecciones, al igual que las que ganó Obama, se cruzarán diversas protestas. Las principales parecen ser las siguientes: Protesta en contra del alza de precios y la escasez de productos. Protesta en contra de la corrupción administrativa. Protestas en defensa de las universidades. Protesta en contra de la violación permanente de libertades democráticas. Protesta en contra del fraude electoral cometido en las elecciones presidenciales del 14 de Abril de 2013.

¿Cómo conciliar en simples elecciones locales destinadas a elegir alcaldes, protestas de tan diversa índole, incluyendo aquella que pone en duda la legitimidad de las propias elecciones? Si la oposición logra unirlas, habrá realizado una obra de arte: la de transformar las elecciones en subversión nacional, pero sin que las elecciones dejen de ser elecciones.

Parece entonces que estamos frente a un hecho histórico inédito. Por primera vez en la vida latinoamericana, una simple y ordinaria elección alcaldicia, transformada en plebiscito por ambos bandos, será más decisiva para la historia continental que muchas elecciones presidenciales que han tenido y tendrán lugar en otros países de la región.

Dios, si existe, escribe con letras torcidas. Al menos así parece al ser humano, ejemplar que, como decía Kant, está hecho de muy torcida madera.

viernes, 28 de junio de 2013

Los falsos símbolos de la justicia social


Pedro Corzo. EL NUEVO HERALD

“No fueron los ricos, ni los poderosos los que lo comprendieron sino los humildes. Es que los ricos y poderosos han de tener el alma cerrada por la avaricia y por el egoísmo, mientras que los humildes duermen al aire libre”. Eva Perón.

Los venezolanos inventaron el termino boliburguesía para identificar a quienes, disfrazados de servidores públicos y promoviendo la austeridad y el sacrificio, bajo los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, se han enriquecido a costa de los bienes del estado.

Algunos de estos nuevos ricos siguen en el país amasando una mayor fortuna y otros, con sus riquezas a resguardo, han salido al exterior donde sus fortunas deslumbran a los simples mortales.

Por supuesto que la corrupción no es patrimonio de ideología o proyecto político.

Es una condición tan vieja como el hombre, vigente en toda sociedad y en todos los tiempos, pero en el presente resulta paradójico que muchos de los abanderados de la justicia social sean grandes consumidores de los bienes más superfluos, acrecienten sus cuentas bancarias, ya sea robando o incursionando en el mundo de los negocios, gracias a la administración que ejercen sobre los bienes del estado.

Conocida es la atracción que ejercían sobre Eva Perón las joyas costosas, las pieles más caras y los vestidos lujosos, al extremo que RTVE refiere que “Asunta Fernández estuvo a su lado hasta el final y la vistió por última vez para el velatorio. Para ello cogió un vestido de Christian Dior y lo convirtió en mortaja”.

Por ejemplo, a Fidel Castro le gustaba regalar relojes Rolex a las personas que le prestaban un servicio especial. También obsequió costosos relojes de la misma marca a muchos de los guerrilleros que se entrenaban en Cuba.

Los Castro, aparte de contar con numerosas residencias, tienen a su disposición cotos de caza y pesca como en el pasado disfrutaban los aristócratas más encumbrados. Sus cuentas bancarias son cuantiosas, como lo ha reseñado la revista especializada Fortune.

Por su parte, el presidente Hugo Chávez dijo: “Ser rico es malo, es inhumano, así lo digo”.

Roland Carreño, un crítico de modas venezolano, declaró en una ocasión que “Chávez es el presidente más narcisista que hemos tenido” y agregó “entre los preferidos de Chávez, están los trajes de la casa francesa Lanvin, y los de los modistas venezolanos Giovanni Scutaro y Clemens, que visten también a otros ministros del gabinete revolucionario, y las casas de relojería suiza como Vacheron Constantin, Rolex y Audemars Piguet”.

El único hijo varón del difunto mandatario gusta de los fastuosos autos Bentley. Otro de sus caprichos es usar los helicópteros de la Fuerza Aérea de Venezuela.

Criminal Justice International Associates estima en 2,000 millones de dólares la herencia que dejó Hugo Chávez a su familia. Incluidas 17 fincas valoradas entre 400,00 y 700 mil dólares, un flotilla de diez todoterrenos Hummer y cientos de millones de dólares depositados en el exterior, amén de innumerables bienes distribuidos por toda Venezuela y el extranjero.

Todo esto hay que sumarlo al nepotismo que practicó el difunto mandatario, que colocó a un número importante de parientes en posiciones claves de su gobierno. La finca de 30 hectáreas que tenía su padre hizo mitosis y hoy cuenta con 600 hectáreas.

El indescriptible Daniel Ortega está acusado de tener una fortuna muy superior a la que acumuló el dictador Anastasio Somoza, aunque el líder nicaragüense no debería sorprender porque hay que recordar la famosa “Piñata de los Comandantes Sandinistas”.

Un letrero del Frente Sandinista de Liberación Nacional señala: “Arriba los pobres del mundo”, entre los que por supuesto no está incluida la familia Ortega-Murillo, que maneja un gigantesco emporio empresarial que va desde emisoras de radio y televisión a administrar la ayuda petrolera de Venezuela, que suma en los últimos años miles de millones de dólares.

Pero el colofón es el Canal. Un casi desconocido magnate chino recibió de manos del presidente Ortega la concesión para la construcción de un canal cuyo costo se calcula en 40 mil millones de dólares, lo que lleva a reflexionar tomando como base una expresión del ex presidente cubano José Miguel Gómez, “se ahogará en dólares este tiburón”.

Cristina Fernández, la mandataria argentina, heredó de Eva Perón la sensibilidad por la pobreza que sufren los demás y para vacunarse contra el sufrimiento ajeno vive una vida de lujos y derroche.

En el 2011, gastó $110,000 en 20 pares de zapatos y adquirió por otros miles carteras de Louis Vuitton, Hermes Birkin, entre otras marcas. Viajó en un jet privado para visitar al Papa Francisco. La habitación del hotel costó 2,180 euros y el patrimonio de Fernández se incrementó en un 46 % en el último año.

Sin dudas que seremos más miserables, con estos líderes que luchan contra la pobreza.

Espionaje y democracia, ¿A quién sorprende?


José Luis Herrero. EL PAIS

Sorprende la sorpresa que ha generado el monitoreo de comunicaciones privadas por EE UU. ¿Es que alguien pensaba que esto no se estaba haciendo de una u otra forma? Y no solo por EE UU, sino por todos los países que tienen la capacidad tecnológica para hacerlo, en el extranjero y en su territorio. Son numerosos los países en los que los miembros de las misiones diplomáticas extranjeras, cada vez que van a abordar un tema delicado apagan sus teléfonos, alertados por los rumores de que estos pueden servir para la captación de su conversación por terceros (generalmente las autoridades anfitrionas). Todo el mundo lo piensa dos veces antes de enviar por correo electrónico documentos sensibles o de decir algo delicado por teléfono, inseguros de la confidencialidad de la comunicación. Si Google Earth puede obtener una foto de nuestra terraza con un nivel de definición suficiente para reconocer a quien está tomando el sol, ¿qué no podrán ver de nuestra intimidad los que tengan mejores medios?

Tal vez lo que ha sorprendido a algunos sea la magnitud, que afecta a cientos de millones de personas, o el hecho de que sea un sistema con el beneplácito del Gobierno de EE UU, país supuestamente respetuoso de los derechos y libertades fundamentales, por lo menos de los de sus propios ciudadanos. Pero existen muchos otros métodos de intentar saber lo que hace la gente que se practican desde la noche de los tiempos. Casi todas las Embajadas de los países que pueden permitírselo tienen personal de inteligencia entre sus miembros, a los que se añaden otros agentes desplegados independientemente. ¿Qué hace esta gente todo el día? Se supone que recopilar información importante para la seguridad nacional. ¿Qué tipo de información? De todo tipo, desde información secreta sobre capacidades militares o posibles actividades terroristas hasta rumores sobre la vida privada, los negocios, la sexualidad y las aficiones de políticos, funcionarios y otras personas relevantes o comunes y corrientes. El vínculo de la información recopilada con la seguridad nacional puede llegar a ser muy tenue. ¿Con qué métodos? Con todos los posibles, incluyendo las relaciones personales, las identidades encubiertas y procedimientos al margen de la ley del país anfitrión o del suyo propio.

Paradójicamente, la presencia generalizada de los servicios secretos ha crecido desde el fin de la guerra fría, y no solo como consecuencia de la amenaza terrorista. La atomización del KGB soviético en 15 servicios secretos nacionales provenientes de la misma escuela ha llevado a la propagación de ciertos métodos, y no a su desaparición. Obviamente, también el crecimiento de Internet y sus derivados ofrece nuevas áreas sobre las que operar.

Estas actividades transcurren paralelas a las relaciones amigables y respetuosas entre países: mientras los ministros comparten comida y subrayan los vínculos y los intereses comunes de dos países, los respectivos servicios secretos recopilan información recíproca a sus espaldas. Estos días desvelaban los medios de comunicación cómo el Gobierno de Gordon Brown espió las comunicaciones de los invitados a una cumbre del G-20 de la que era anfitrión (¡a eso se le llama interesarse por los invitados!). A veces, inversamente, mientras la diplomacia critica duramente a un país por uno u otro comportamiento y parece distanciarse de él, las estructuras de defensa e inteligencia están estrechando la colaboración con ese mismo país. Este es el mundo en el que vivimos: un mundo lleno de medias verdades y mentiras, de estructuras no reveladas al público, de grupos de poder dentro de los poderes públicos… supuestamente para defender al público.

La cuestión es: ¿gozan estos medios de un mínimo consentimiento democrático por parte de los ciudadanos a los que supuestamente benefician y que los pagan? O sea, ¿estamos de acuerdo los ciudadanos con que nuestros Gobiernos hagan estas cosas? Queremos pensar que si las hacen, será por nuestro bien. Pero las posibilidades de desviación, uso incorrecto o para beneficio propio, son enormes. Al fin y al cabo son miles de personas las que están al tanto de todas estas informaciones reservadas y, como todas las estructuras burocráticas, tienden a la justificación, preservación e incremento de su poder y sus recursos. Y así se constituyen estructuras dentro del Estado que escapan al control incluso de los que tienen la representación democrática.

¿Lo sabía el presidente? Parece ser que el seguimiento de las llamadas de los periodistas de Associated Press no era conocido ni aprobado por el Ejecutivo estadounidense al más alto nivel, pero sí el seguimiento de millones de comunicaciones privadas. Suena un poco raro. En cualquier caso, pudiera ser que cuando el tema llega a la mesa del presidente, este ya no tiene más remedio que decir que sí.

Se ha dicho que los métodos utilizados en la actualidad hubieran evitado el 11-S. Esta afirmación nunca podrá ser probada ni desmentida. Evidentemente, si al presidente se le presentó la ecuación de esta manera, tenía que aprobarlos, como lo hubiéramos hecho usted y yo, no iba a cargar sobre su responsabilidad una masacre que hubiera podido ser evitada. Pero, y aquí está la cuestión, la información de inteligencia se puede presentar maquillada en un sentido u otro. Y los estamentos que la manipulan, o la ponderan — según se mire — y la presentan para la toma de decisiones tienen un enorme poder discrecional y pueden pensar que ellos, cual casta de mandarines, cuidan mejor de nosotros sin contar con nosotros y, tal vez, ni siquiera con sus superiores políticos, quienes solo están de paso.

No sé si Snowden ha cometido o no delito según la ley estadounidense, pero desde luego nos ha hecho un favor a todos. Nos ha informado de algo de lo que nos tendrían que haber informado nuestras autoridades: que nuestras comunicaciones pueden ser seguidas — espiadas — por el bien común. Puede que la mayoría de la población acepte este mal menor para evitar uno mayor, pero tiene que haber un acto formal de aceptación democrática de estas medidas — no se puede hacer sin haber avisado — y garantías muy estrictas. Es como las cámaras en los espacios públicos (¿tal vez también en los privados?): aceptamos ser filmados, escaneados y demás, por imperativos de seguridad, pero tenemos que ser avisados de esa posibilidad. Y para eso tenemos que saber qué es lo que están haciendo. No el detalle de las operaciones que, en efecto, podría socavar su eficacia, pero sí los métodos y su impacto sobre los derechos y libertades fundamentales, y su concordancia o no con los principios que queremos que rijan nuestra sociedad. Es posible que en países como Israel o EE UU, en los que existe una alta percepción de riesgo, sus ciudadanos acepten llevar más lejos el límite de lo aceptable. Pero en otros tal vez no estemos obligados a hacer del secreto y la mentira los pilares de nuestra supervivencia.

Snowden nos ha ayudado al común de los mortales a saber un poco más de cómo funcionan y qué hacen los Gobiernos en su día a día, algo que tenemos todo el derecho a saber y que tendrían que habernos contado estos mismos en primer lugar. A medida que la “dimensión Internet” de nuestras vidas crece, hasta convertirse en la más importante, decidir cuáles son las funciones de los Gobiernos en ella es algo que nos compete a todos.

jueves, 27 de junio de 2013

¿Y por qué no te callas?


Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL

Si Venezuela ocupa el puesto 117 de la clasificación mundial de libertad de prensa, es decir, entre los 62 peores países con mayor represión de la libertad de expresión, Reporteros sin fronteras, Francia 2013, la libertad de expresión en Venezuela está en crisis.

Si el IPYS o Instituto Prensa y Sociedad de Venezuela ha denunciado 136 ataques  y 145 violaciones a la libertad de expresión, de enero a mayo del 2013. O sea, 68%  superior al 2012. Y la SIC o Sociedad Interamericana de Prensa, ha reportado aumento de la censura en Venezuela, Cuba, Argentina y Ecuador, la libertad de expresión en Venezuela está en crisis.

Si la censura y ataques a la prensa, estrategias propias de las dictaduras, comienzan con la limitación de la cobertura de eventos públicos. Eliminación de programas de opinión disidentes, con intimidación y procedimientos administrativos y judiciales. Detenciones arbitrarias, agresiones físicas y ataques a las sedes. Y el cierre de canales de televisión, radioemisoras, periódicos y muerte de periodistas. Y si en Venezuela se ha visto la aplicación de todas esas estrategias, con una adicional: la hegemonía comunicacional. O sea, intentos del Gobierno de ser dueño único de los medios con aumento en la propiedad de 1 a 6 plantas de televisión, 107 radioemisoras públicas y 243 comunitarias. Y presiona para que el resto sea adepto a su política. La  libertad de expresión en Venezuela está en crisis.

Y si ante la pobre sintonía de los medios del Estado, de apenas 4.5%, según mediciones AGB, el régimen está aplicando 3 medidas adicionales de presión para obligar ser vistos y escuchados: mensajes institucionales obligatorios con la Ley Resorte, censura y supresión de programas críticos al Gobierno y cadenas nacionales. La libertad de expresión en Venezuela está en crisis.

Y si todo parece indicar, por la condición sine qua non entre democracia y libertad, que en América Latina se están instalando regímenes autocráticos, disfrazados de democráticos con la realización de procesos electorales que resultan, al final, estrategias de manipulación para asegurar su permanencia en el poder. La libertad en Venezuela está en crisis.

Finalmente, y si el Premio Nacional de Periodismo 2013 fue designado al finado, que no era periodista, pero, según L. Rodríguez, miembro del jurado: "ni Simón Bolívar ni Hugo Chávez eran periodistas, pero nunca tuvimos mejores comunicadores de la verdad e historia, dentro de todos los procesos de libertad, independencia y soberanía de los pueblos". Y si L. Rodríguez y demás del jurado "olvidaron" la promesa electoral del finado en 1998 de respetar los medios de comunicación, que al final resultó ser pura mentira. Y el cierre de Radio Caracas TV y de 34 emisoras de radio. Los insultos contra la prensa. La intimidación y procedimientos administrativos contra Globovisión. Y otras estrategias destinadas a reutilizar la frase "¿y por qué no te callas?" del rey de España contra Chávez, esta vez contra la prensa. La libertad de expresión en Venezuela está en crisis.

Y que ante esta nueva crisis, todo el mundo puede preguntar si los venezolanos ya están acostumbrados a renunciar a la libertad. Y si la respuesta es SI, urge recordar que "quienes son capaces de renunciar a la libertad esencial a cambio de una pequeña seguridad transitoria, no son merecedores ni de la libertad ni de la seguridad". Benjamín Franklin.

Y que la lucha por la libertad apenas ha comenzado.

Que así sea.

“La vida de los otros” en Cuba


Lilianne Ruíz. CUBANET

En cada calle de Cuba existen los llamados “vigilantes revolucionarios”. Son independientes del trabajo de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y se reúnen periódicamente con un oficial de la seguridad del Estado para informar y caracterizar todo lo que sucede.   Pero no es un Estado de Derecho lo que protege este complejo aparato de vigilancia y represión. La seguridad del Estado en Cuba es una policía política destinada a impedir la diversidad política y garantizar la estabilidad del partido único.

Como en la película alemana La vida de los otros (2006), que conmovió al mundo por su valor histórico, ese servicio secreto cuenta a su vez con órganos auxiliares, provistos de los medios técnicos “para poder operar de manera personalizada y mantener un control efectivo” ─ relata Raúl Borges Álvarez, quien hasta el año 1989 se desempeñó como oficial de la contrainteligencia.

“A veces hay personas a las que no pueden penetrar con un agente y las controlan mediante los medios técnicos. Hasta el año 1989 había más de 30 departamentos en la Dirección General de la Contrainteligencia. Uno de estos departamentos es el 21, encargado del “enfrentamiento a la contrarrevolución”.

Raúl Borges Álvarez, a raíz del encarcelamiento político de su hijo, Ernesto Borges Pérez, inició actividades de denuncia que lo llevaron progresivamente a la oposición política dentro de la Isla.

Cuenta que existe el departamento de chequeo visual, que en Cuba se le llama k/J. Consiste en el seguimiento físico de personas  o la creación de puntos fijos fotográficos o fílmicos. Lo mantienen desde un punto cercano y de ese modo controlan las personas que entran o salen de un lugar, que también puede ser una casa particular.

“Incluso, pueden conseguir el modo para tomar actividades privadas con el objetivo de chantajear con cuestiones relacionadas con el pudor”, agrega el ex agente.

Está el chequeo de la correspondencia o K/C, “la correspondencia dirigida a un disidente, pasa por funcionarios que tienen en 100 y Boyeros. El Centro de chequeo se llama Internacional, porque se revisa lo que viene de todas partes del mundo, además del territorio nacional. El nombre de la “Persona de Interés Operativo” está en una lista y el oficial operativo al que le ha sido asignado “el caso” es informado del contenido de esta correspondencia”, continúa Borges Álvarez. “Luego, se hacen fotocopias de las cartas, y se decide si posteriormente el envío debe llegar  o no a su destino”.

El chequeo telefónico o K/T, monitorea 24 horas todas las llamadas. Ahí van haciendo toda una caracterización de lo que sucede, y lo van trasmitiendo. De acuerdo con el interés que tenga la conversación, al momento es comunicado al oficial operativo “que atiende al disidente”.

“De este modo pueden impedir mediante la desconexión una entrevista telefónica para denunciar un hecho ante un medio extranjero, ya que los medios nacionales están vedados por ser propiedad del Estado, frustrar una reunión, intentar sabotear un proyecto político, impedir la realización de una protesta en reclamo de derechos. Pero sobre todo ─ afirma ─, están estudiando el perfil desde la privacidad de esa persona, para luego ver cómo pueden controlarla. Desde intentar su reclutamiento por medio de la intimidación y el chantaje, hasta sacarla de circulación”.

La aparición de la Seguridad del Estado en la persona del oficial operativo puede significar detención, amenazas, pérdida de libertad. Todo este complejo aparato represivo, que tiene como objetivo desarticular los esfuerzos por el cambio no violento en la Isla, trata de hacer creer en primera instancia que los derechos no existen.

Cuando eso no es posible, dada la determinación de ese mismo opositor, se tratará entonces de destruirlo. Hay que recordar que una de las garantías de estabilidad de un sistema totalitario es mantener de manera individual una crisis de identidad donde la persona decide no tener ella misma iniciativas que puedan contradecir los dictámenes que provienen de la alta dirección, en este caso de la “Revolución”.

Como se trata de aspectos individuales como la libertad, la identidad y el reclamo de derechos, la policía política, habiendo estudiado el fenómeno de la represión y la sumisión (que fuera documentado desde los tiempos de Lenin y Stalin), se dirige a la destrucción del individuo.

Lo más escandaloso es que para llevar a cabo la violación, institucionalizada, de los derechos humanos en Cuba, la policía política estudia previamente los perfiles de las personas, como lo haría un asesino en serie, que estudia rutinas, fortalezas, debilidades, los temores y las esperanzas de las víctimas.

En la nómina del Departamento 21 hay agentes con comportamientos muy violentos, que luego son reconocidos por el gobierno con órdenes al servicio distinguido, ascensos rápidos y prebendas. Todos esos beneficios, que estimulan la crueldad, son obtenidos por realizar detenciones arbitrarias, sitiar lugares de reunión, propinar golpizas que pueden dejar complicaciones y secuelas posteriores, torturas e intimidación mental y física contra opositores.

La excusa ideológica para estos atropellos descansa sobre una falsedad, aquella de que las personas que hacen política ajena al partido comunista, o defienden las libertades y los derechos humanos, son “mercenarios y agentes del imperialismo”.

Algunas organizaciones políticas independientes y de derechos humanos dentro de la Isla abogan por formular una nueva legislación que impida al sistema y a sus agentes gozar de poderes para recluir, detener y castigar a seres humanos que perseveran en su dignidad y derechos inalienables.

Lo bueno y lo malo del caso Snowden


Andrés Oppenheimer

Kristinn Hrafnsson
El ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) Edward Snowden y sus aliados de Wikileaks merecen crédito por haber iniciado una muy necesaria campaña para hacer más transparentes los programas de vigilancia del gobierno de Estados Unidos, pero serían mucho más creíbles si apuntaran sus críticas a todo el espectro político, incluyendo a países como China, Cuba y — sí — Ecuador.

Esa es la conclusión a la que llegué tras entrevistar esta semana al vocero de Wikileaks, Kristinn Hrafnsson, quien se ha convertido en uno de los principales defensores de Snowden en los medios. En momentos de escribirse estas líneas, Snowden permanece en el aeropuerto de Moscú, aparentemente tratando de volar a Cuba y de allí a Ecuador.

Hrafnsson, un ex periodista televisivo de Islandia, me dijo que las revelaciones de Snowden sobre la forma en que la NSA vigila llamadas telefónicas y e-mails muestran que el gobierno de Estados Unidos está haciendo cosas “totalmente contrarias a la idea de la privacidad que prima en este país”.

Cuando le pregunté sobre la afirmación del presidente Obama de que el gobierno de Estados Unidos no está escuchando conversaciones telefónicas privadas, y que sólo se centra en conversaciones de sospechosos de terrorismo después de recibir autorización de los comités de supervisión del Congreso y una orden judicial, Hrafnsson respondió que esos programas de vigilancia están “rodeados de secrecía, y eso no es saludable en ninguna democracia”.

Cuando le pregunté por la declaración del Secretario de Estado John Kerry, quien afirmó que se podrían perder vidas a causa de las filtraciones de Snowden, y por otras afirmaciones según las cuales los grupos terroristas ya han cambiado sus métodos de comunicaciones a causa de las filtraciones de Snowden, Hrafnsson dijo que esas afirmaciones son “propaganda”.

Son los mismos argumentos que empleó el gobierno de Estados Unidos cuando Wikileaks publicó cientos de miles de cables del Departamento de Estado hace tres años, y no ha habido ninguna evidencia de que alguien haya perdido la vida por esas filtraciones, dijo.

¿Qué le diría a sus críticos que dicen que Wikileaks siempre acusa a los gobiernos de Estados Unidos y a las democracias europeas, pero jamás critica a estados policiales como China, Cuba o Corea del Norte?, le pregunté.

“No somos receptores activos de información, sino receptores pasivos”, respondió, agregando que Wikileaks publicaría información secreta proveniente de cualquier país.

¿Y qué dice sobre las críticas de que Wikileaks es culpable de hipocresía política por presentarse como un campeón de la libre expresión mientras defiende a Ecuador, el país en cuya embajada en Inglaterra ha pedido asilo Julian Assange, fundador de Wikileaks?, le pregunté.

Justo esta semana, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) emitió una declaración diciendo que la nueva ley de prensa firmada el sábado por el presidente Rafael Correa “oficializa la mordaza a la prensa”. La nueva ley crea nuevos “delitos mediáticos” y de hecho da al oficialismo el "poder absoluto para eliminar la libertad de expresión y la libertad de prensa”, dijo la SIP.

Hrafnsson respondió que “no soy experto en la nueva ley de medios de Ecuador”. Pero agregó que “la situación allí no es tan simple como parece en la superficie, y es difícil sacar conclusiones basadas en standards del mundo occidental".

“No olvidemos que en 2002 un presidente democráticamente electo de Venezuela fue casi destituido por un golpe, en el que los medios tradicionales desempeñaron un papel activo”, aseguró.

Mi opinión: Me alegra que el caso Snowden y Wikileaks hayan generado un debate que puede llevar a que los programas de vigilancia del gobierno de Estados Unidos sean más transparentes.

Aunque es cierto que hay comités legislativos bipartidistas que monitorean estos programas y jueces que deben firmar órdenes para escuchas telefónicas ─ algo que no ocurre en otros países ─ estas agencias de inteligencia han tenido un cheque en blanco para hacer lo que quieran. Eso, tal como dice acertadamente Hrafnsson, no es bueno para ninguna democracia.

Pero se me hace difícil apoyar plenamente a Snowden o a Wikileaks cuando siempre apuntan sus criticas contra las sociedades libres, y evitan criticar a los países que más violan las libertades individuales. Serían mucho más creíbles si dijeran: “Sí, es cierto, China, Cuba y Ecuador son peores, pero no podemos criticarlos porque nos dan asilo”.

Wikileaks ha estado intentando establecerse como un grupo responsable de la defensa de los derechos universales, como Human Rights Watch o Amnistía Internacional. Pero mientras estos últimos denuncian por igual abusos cometidos por los gobiernos de Estados Unidos, Rusia, China y Cuba, entre otros, Wikileaks no lo hace.

Lo bueno del caso Snowden y de Wikileaks es que están empujando a Washington a ser más transparente. Lo malo es que no lo están haciendo con otros gobiernos que son aún peores.