domingo, 17 de julio de 2016

Resistencia pasiva – Lucha noviolenta, una recopilación sobre el tema


Según Rodrigo Borja en Enciclopedia de la Política, “la resistencia pasiva es una de las variantes que puede asumir el derecho de resistencia de los pueblos ante el abuso autoritario. Este derecho puede ejercerse por la vía pacífica o violenta. La primera vía lleva hacia la llamada resistencia pasiva. La segunda, con su doble modalidad de lucha abierta o clandestina, puede conducir a la revolución si confluyen las condiciones objetivas y subjetivas necesarias.

Se usa la expresión resistencia pacífica para designar la actitud de oposición popular no violenta contra un gobierno despótico o contra una fuerza de ocupación extranjera. Ella implica actos de desobediencia civil, huelga de brazos caídos, no participación en actividades públicas y otros medios de protesta desprovistos de violencia. Esta táctica fue puesta en práctica exitosamente por Mahatma Gandhi (1869-1948) contra las fuerzas colonialistas inglesas en la India en 1913. Algo parecido se intentó hacer más tarde en Checoeslovaquia ante la invasión soviética de 1968, aunque con resultados poco efectivos”.

Otras definiciones para la resistencia pasiva la consideran como “una forma de lucha política, basada en la doctrina de la no violencia, consistente en diversos tipos de acciones pacíficas hostiles al poder político, tales como la desobediencia civil, manifestaciones y marchas pacíficas, encierros voluntarios, huelgas de hambre, etc., con el objeto de lograr la satisfacción de ciertas reivindicaciones o conseguir el resquebrajamiento del régimen político”. Otros consideran la resistencia pasiva como diferente de la lucha noviolenta al ser el “sólo negarse a hacer algo indicado desde el poder convencional o un gobierno”, es decir, una forma de desobediencia civil y de no colaboración.

En general, las características de la resistencia pasiva poseen las siguientes manifestaciones:

a) resistencia ética (originalmente la 'no-resistencia', no resistirse al mal causando injusticia).
b) Intentar la Negociación e incluso el arbitraje
c) Preparación, entrenamiento y concienciación del grupo (rebelde) para la acción directa
d) Agitación y peticiones concretas de cambio y transformación del régimen o sistema político-social
e) Emisión de un ultimátum (dirigido al oponente u opresor)
f) Medidas de Boicoteo económico y medidas de huelga
g) No cooperación o no colaboración política
h) Formas de acción directa o intervención noviolenta como la Desobediencia civil
i) Creación de instituciones paralelas (como la usurpación de las funciones de gobierno)
j) Desafío total con la creación de un Gobierno paralelo

Jean Dale, por su parte menciona la “resistencia cotidiana” como “formas anónimas, individuales, que no requieren de una organización previa, pero si requieren de una interiorización muy profunda de sus parámetros culturales a partir de los cuales actúan y se hacen presentes en todo momento. Y que implican altos niveles de impugnación del sistema establecido”. Es la expresión del disgusto de parte de la población, en el caso que estudia son los campesinos, que no es “una acción concertada ni organizada, sino una forma de corroer el sistema burocrático confrontarse a él y proteger sus propios intereses, (…) muy típico de lo que es la resistencia cotidiana”.

La acción política noviolenta no es resistencia pasiva, tampoco “resistencia ordinaria” –actos de comunidades agraristas y premodernas, con protestas de bajo perfil, sabotaje, evasión de tributos, y desobediencia localista estudiados por autores como Scott (1989)–. Tampoco se reduce a la participación en la política institucional (elecciones, cabildeo), no es evasión del conflicto, negociación o resolución tolerante de los conflictos, aunque puede ser una forma de  ganar poder de negociación y buscar la paz. En términos generales, advirtiendo sobre la diversidad de enfoques, la acción política noviolenta es una forma de continuar el conflicto y defender o mantener una posición política hasta las últimas consecuencias, pero minimizando los daños al adversario y al medioambiente. (Freddy Cante. Prólogo al libro de Kurt Schock, Insurrecciones no armadas)

la acción noviolenta es ante todo una forma de acción, y no una forma de acción cualquiera, sino una forma de acción por un lado con carácter sociopolítico, ya que está relacionada con el poder, en los ámbitos de aplicación, resistencia y deconstrucción del mismo, y por otro lado literalmente no violenta, es decir, tiene unas dinámicas propias adquiridas por el rechazo del uso de la violencia”. (Jesús Castañar Pérez: Las claves de la acción política noviolenta en contexto de conflicto armado)

Kurt Shock: “Insurrecciones no armadas” Editorial Universidad del Rosario. Bogotá 2008. Al final de la página 53 dice: “En vez de ser enfocada como la mitad de una rígida dicotomía violencia-noviolencia, la acción noviolenta podría ser mejor entendida como un conjunto de métodos con rasgos especiales que difieren tanto de la resistencia violenta como de la acción institucional”, y Castañar Pérez aclara este concepto diciendo: “se deben excluir de la definición de acción noviolenta actos políticos convencionales que no usan la violencia, como por ejemplo presentarse a unas elecciones. De esta manera tendríamos que distinguir entre varios tipos de acción política: la acción institucional (sin violencia), la acción noviolenta y la acción violenta (categoría que, a su vez, admite diferenciar entre la acción violenta incruenta (sabotajes, disturbios etc.) y la lucha armada (que abarcaría desde el terrorismo a la guerra de guerrillas o guerra revolucionaria militarizada). El abanico de formas de acción podría variar entonces entre acción institucional, acción noviolenta, acción violenta incruenta y lucha armada”.

La acción noviolenta es una técnica de acción sociopolítica para aplicar poder en una situación de conflicto sin utilizar medios institucionales ni recurrir a la violencia ni siquiera de forma simbólica. (Castañar, 2013, pág. 26, citado por Jesús Castañar Pérez)

La acción noviolenta normalmente es puesta en marcha por un actor político, que puede ser un grupo político, un movimiento, una plataforma o alguna otra forma de asociación colectiva, y se dirige contra un oponente, al que se exige ciertas demandas o concesiones que pueden ser de carácter social o político. Este oponente suele estar armado y emplear distintas estrategias violentas para la represión de las movilizaciones noviolentas, y, aunque técnicamente en el conflicto se produce respuesta armada, no es considerado como conflicto armado por el Derecho Humanitario Internacional, para el cual sólo existe conflicto armado si el conflicto se produce entre un estado y un grupo armado o entre grupos armados entre sí.

La protesta y la violencia no son consecuencia directa de una insatisfacción momentánea en la población. La predisposición a utilizar la violencia depende más bien de las capacidades y posibilidades de movilización política que tienen los grupos descontentos. Entre las posibilidades de movilización política de un grupo y su capacidad de organización existe una relación estrecha. Por eso hay que buscar los mecanismos con los cuales el grupo recluta a los individuos y obtiene su lealtad. Decisivos para la capacidad de un grupo y organización de realizar acciones colectivas son los recursos que tiene a su disposición; el concepto de recurso en que se basa es amplio y abarca, además de los militares y financieros, factores ideológicos y motivacionales. Los grupos contestatarios dirigen al sistema político reivindicaciones que tienen por objeto mejorar su posición y adquirir bienes colectivos adicionales. Según los recursos de que dispongan, pueden permitirse ejercer presión de una manera suave e invisible (por ejemplo, mediante un grupo de presión) o tienen que recurrir a la violencia, medio espectacular por su potencialidad de destruir el sistema”. (Waldman, Peter (1997): Radicalismo Étnico. Análisis comparado de las causas y efectos en conflictos étnicos violentos. Ediciones Akal. Móstoles, pág. 30)

Ackerman y Kruegler (Ackerman, Peter y K. Kruegler: (1994) Strategic nonviolent Conflict, the Dynamics of People Power in the Twentieth Century Westport, Connecticut. Londres, Praeger. Cit. por Jesús Castañar Pérez) han señalado cuatro importantes errores en los que a veces caen los activistas de movimientos noviolentos:

1)     Mecanicismo (suponer que la práctica de la noviolencia seguirá el curso de otros ejemplos históricos).

2)     Utilitarismo (suponer que la orientación pragmática o ideológica del movimiento constituye un factor determinante).

3)     Reduccionismo (creer que sólo dos factores determinan el resultado de las luchas noviolentas: la capacidad y voluntad por parte del oponente para reprimir violentamente y la capacidad del actor noviolento para resistir)
4) Externalismo (pensar que los recursos y autoridad del oponente son lo único que determina el resultado).


De acuerdo con Kurt Schock: “Deben confluir dos condiciones básicas para que un desafío contribuya a las transformaciones políticas: 1) el desafío debe ser capaz de oponerse exitosamente a la represión, y 2) el desafío debe socavar el poder de Estado. Esas condiciones son suficientemente obvias. Lo que es menos obvio son los atributos y acciones de quienes promueven el desafío y que contribuyen a que se den esas condiciones y mecanismos que vinculan los atributos del movimiento y el accionar para el cambio político. Tanto los retos primariamente violentos como los primariamente noviolentos podrían resistir o desarticular con éxito la represión estatal, y el poder del Estado podría ser minado a través de desafíos violentos o noviolentos”.

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