domingo, 28 de enero de 2018

En el 165 aniversario del natalicio de José Martí

Mario J. Viera




Amanece en La Habana. Una mañana como cualquier otra de cualquier otro día, cargada de bostezos y ahíta de la monotonía de lo cotidiano. Tal vez alguien, al despertar se percate que hoy es domingo y se pregunte ¿por qué diablos se despertó tan temprano? ¿Se habrá percatado que hoy, este día 28 de enero posee un significado especial? Tal vez no, o tal vez sí, enterado por lo que escuchó la noche anterior sobre la conmemoración del día en el noticiero de televisión... ¡Nada de particular! ¡Que un día como este nació en La Habana José Martí!, pero a él, todavía soñoliento, nada le dice la reseña, no se emociona, le da igual si conmemora el 165 aniversario del ¿Apóstol o Héroe Nacional? o el 903 aniversario.

Pero en La Habana, temprano en la mañana, ya hay algunos cuantos o muchos, o tal vez no tantos, que salieron detrás de los gerifaltes desfilando con antorchas, que nada tienen de martianas y sí mucho de hitlerianas... ¡Ah, y de castrista! Pero no importa, se marcha con antorchas en memoria de Martí. Luego viene el acto principal. El castrismo conmemora a Martí a un Martí petrificado en monumentos, rígido en mármoles o en bronce, un Martí muerto y reducida su obra a un simple epitafio o a una simple frase recogida en la Constitución ¿socialista, comunista? que el castrismo confeccionó con retazos soviéticos y con tímidas alusiones de la Constitución que derogara por decreto. Guiados, dice el castrismo por “el ideario de José Martí” pero mezclado con “las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin”.

Ahora van frente al edificio de estilo clásico-ecléctico que un día albergara al Ejecutivo Nacional, residencia del Presidente de la República y en la gran plazoleta que se abre desde la fachada norte del Palacio Presidencial hasta la entrada del Túnel de La Habana que ahora se denomina Plaza del 13 de Marzo, toman asiento Raúl Castro, su delfín Miguel Díaz-Canel Bermúdez y el Presidente de la, siempre bien dispuesta a decir sí a lo que propongan los jefes, Asamblea Nacional, el Tío Tom del castrismo Esteban Lazo Hernández junto al designado Bruno Rodríguez Parrilla para las relaciones exteriores y todos escuchan al gringo Joseph Mizzi presidente de la Junta de Fideicomisarios del Museo de Arte del Bronx, quien presenta la obra de la escultora estadounidense Anna Hyatt Huntington, una estatua ecuestre de José Marti que en 1950 se erigiera en el Parque Central de New York donde también se levantan las de Simón Bolívar y José de San Martín, en el inicio de la Avenida de las Américas. Anna Hyatt Huntington realizó la obra original a petición del Gobierno de Carlos Prío a mediados de 1950.

En la Plaza 13 de Marzo desde ahora se yergue la réplica “fiel y exacta” del Martí ecuestre original que se levanta en New York inaugurada oficialmente en el día de hoy en La Habana.

Anna Vaughn Hyatt, amiga de Cuba, de la Cuba republicana, nació el 10 de marzo de 1876 en Cambridge, Massachusetts. Estudió en el Art Students League de New York y en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Syracuse y se formó con varios escultores. Vivió en Europa de 1906 a 1908 y en 1910 obtuvo una mención de honor en el Salón de París con la estatua ecuestre de Juana de Arco, que se erigió en Riverside Drive, Nueva York, en 1915. Las estatuas ecuestres heroicas constituyen de hecho una parte importante y reconocida en su trayectoria artística. Su obra cuenta con numerosos premios y distinciones. Entre los monumentos públicos ecuestres de esta escultora se encuentra su José Martí, 1950, Central Park, New York. Además de esta estatua ecuestre de Martí, cuya réplica ahora se inaugura en La Habana, existe en la capital cubana otra obra ecuestre de Anna Hyatt Huntington. Es el grupo escultórico denominado “Los portadores de la Antorcha” que ella donara en 1956 a la ciudad y se levanta en la confluencia de la Avenida 20 de mayo y la Calzada de Ayestarán. 



La colosal réplica que se ha erigido frente al antiguo Palacio Presidencial se levanta sobre una base de granito negro, exactamente igual que la original, y con las mismas inscripciones en español e inglés: “Apóstol de la independencia de Cuba, guía de los pueblos americanos y paladín de la libertad humana, su genio literario rivaliza con su clarividencia política. Nació en La Habana el 28 de enero de 1853. Vivió quince años de su destierro en la ciudad de Nueva York. Murió en combate en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895”.

Hoy el Granma, órgano oficial del Partido Comunista que controla el poder en Cuba, hace un reportaje describiendo la ceremonia oficial de inauguración con una nota significativa empleando, para referirse a José Martí, el apelativo, que ya antes se había desechado, de “Apóstol” en lugar del copiado de los soviéticos de “Héroe Nacional”.

El soñoliento que despertó esta mañana, tendrá de Martí la imagen que el régimen castrista le hiciera cimentar en su mente, la de un Martí cercano al marxismo y al comunismo y partidario del estado regido por solo un partido. Conocerá de Martí solo algunas dispersas frases suyas sacadas de contexto y le importará por tanto un cipote si hoy celebramos el 165 aniversario de su nacimiento. Conocerá a un Martí de cartón, no al Martí vibrante y vivo, el Martí que todavía tiene mucho que hacer, el que compartía el mismo modo de ver que Herbert Spencer, de quien Lenin decía que era un filisteo, y que con Spencer consideró sobre el peligro del socialismo que vendría sobre el hombre libre: “De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él”.

El Martí que no comulgó con el Manifiesto Comunista de Marx y Engels cuando dijo, refiriéndose a Marx: “Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño y arde en ansias temerosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blanco al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros. Mas se ha de encontrar salida a la indignación de modo que la bestia cese sin que se desborde y espante. (...) Karl Marx estudió los modos de enseñar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. Pero anduvo de prisa; y un tanto en la sombra, sin ver que no nacen viables, ni de senos de pueblos en la historia, ni de senos de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido la gestación natural y laboriosa.

El Martí que le reclama a Máximo Gómez diciendo: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento (...) ¿Qué somos, General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? (...) tal como es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de gloria o de poder, aunque por ellas exponga su vida. El dar la vida solo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente”.

El Martí que hoy le reclamaría a los Castros diciendo: “Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas. Las castas se entrebuscan, y se hombrean unas a otras”. O les recriminaría diciendo: “La tiranía es una misma en sus varias formas, aunque se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes”. Es Martí quien reclama: “Los odiadores debieran ser declarados traidores a la república. El odio no construye. La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio”. Es Martí que define a la libertad con estas palabras tremendas: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”.


El gobierno de Raúl Castro conmemora a José Martí con una estatua de bronce. Hagamos distintos, conmemoremos a Martí como hombre presente que no ha visto realizada su obra. Conmemoremos a Martí negándole el derecho al descanso porque Martí todavía tiene mucho que hacer por Cuba.

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